Cincuenta años cumplidos y pasados. Perdido entre el gentío de una tienda, me senté, solitario, a una mesa, un libro abierto sobre el mármol falso, viendo sin ver las idas y venidas del torrente. De pronto, una descarga cayó sobre mi cuerpo, gracia rápida, y por veinte minutos fui una llama: ya, bendito, podía bendecir.
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