SOBRE LA NATACIÓN
Los ríos de este país son dulces
como el canto de los trovadores,
el sol pesado camina hacia el poniente
en carros amarillos y circenses.
En las pequeñas iglesias rurales
la tela del silencio se revela, tan antiguo
y tan justo, que hasta el aliento
puede desgarrarla.
Me gusta nadar en el mar, porque no cesa
de hablar consigo mismo
con voz monótona, de caminante
que no recuerda
cuánto tiempo hace ya que partió.
Nadar es como un rezo:
las manos se separan y se juntan,
se juntan y separan,
casi hasta el infinito.
Traducido por Elzbieta Bortkiewicz Poemas escogidos. Editorial pre-textos
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