Llenar una bañera de palabras. Meterte dentro. Sentir las cuchillas de letras en la piel. Mezclarlas con tu sangre y luego secarse con una toalla y dejar que el sumidero se lleve las frases inútiles. Escribir un poema se parece a quitarse la suciedad del cuerpo. Es pura higiene. Nada más. Lo que queda tras el baño de los días.
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