Este gorrión que se ha posado en mi ventana, más que un ser natural es una verdad poética. Todo lo atesta: su voz, sus movimientos, sus costumbres, ...
... al cabo fue el poema de su existencia: un cepillo de plumas aplastado en el pavimento, las alas simétricamente desplegadas, como en vuelo, deshecha la cabeza, el negro escudo de armas del pecho indescifrable: la efigie de un gorrión, ya sólo seca oblea, dejada ahí para decir sin ofensa, hermosamente: Ése fuy yo, un gorrión. Hice lo que pude, adiós.
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