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viernes, 24 de agosto de 2012
JOHN BERGER - PÁGINAS DE LA HERIDA
CONTADORES DE HISTORIAS
Escribiendo
acurrucados junto a la muerte
somos sus secretarios
leyendo a la luz de la vida
completamos su libro mayor
donde termina ella,
colegas míos,
empezamos nosotros, a ambos lados del cadáver,
y cuando la citamos
lo hacemos
sabiendo que la historia está a punto de acabar.
*****
Una noche, paseando por el campo en las cercanías de Prijedor, en Bosnia, vi, bajo unas hojas de hierba, la luz verde ámbar de una luciérnaga solitaria. La cogí y me la puse en el dedo; brillaba como un anillo con un ópalo eléctrico. Conforme me iba acercando a la casa, la competencia de las otras luces se hizo demasiado intensa, y la luciérnaga apagó la suya.
La puse en unas hojas sobre la cómoda del dormitorio. Cuando apagué la luz, la luciérnaga volvió a brillar. El espejo del tocador estaba enfrente de la ventana. Si me tumbaba de lado, veía una estrella reflejada en el espejo y debajo, en la cómoda, la luciérnaga. La única diferencia entre las dos era que la luz de la luciérnaga era un poco más verde, más glacial, más lejana.
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