Sobre excremento de rebaños, subo y me acuesto bajo los robles musicales.
Cruzan palomas entre mi cuerpo y el crepúsculo, cesa el viento y las sombras son húmedas.
Hierba de soledad, palomas negras: he llegado, por fin; éste no es mi lugar, pero he llegado.
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Alguien ha entrado en la memoria blanca, en la inmovilidad del corazón.
Veo una luz debajo de la niebla y la dulzura del error me hace cerrar los ojos.
Es la ebriedad de la melancolía; como acercar el rostro a una rosa enferma,
indecisa entre el perfume y la muerte.
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Como si te posases en mi corazón y hubiese luz dentro de mis venas y yo enloqueciese
dulcemente; todo es cierto en tu claridad:
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Amor que duras en mis labios:
Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las grandes mujeres
y en la agonía del verano baja como mercurio hasta la llaga azul del corazón.
Amor que duras: llora entra mis piernas,
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