Avanzáis y mi conciencia se estira
hasta ser toda campo de batalla.
Por tierra, mar y calles avanzáis
y sé que no habrá exilio ni tregua
que me libren de este cuerpo a cuerpo.
Sois las decisiones del jarabe amargo
del por tu bien lo hago aunque me duela:
la conquista de las verdes praderas
la ciencia moderna de la tortura
el arte de la violación como arma
la esclavitud de todos los distintos.
Y ahora formáis para el paseíllo
y la foto, escaláis las laderas
de mis lumbares, dejándome la espalda
perdida de estandartes y deshechos.
Yo esgrimo un lirio del valle, el lápiz
que me adorna y ordena las heridas.
Blando un amor que aún sería más grande
si no temiera mirar al matarife
y al cordero. Avanzáis engalanados
con las plumas de firmar sentencias
cheques al portador y nombramientos.
Aprisa reúno mis huestes de niños
bautizados por multinacionales
y me esfuerzo en aprender sus apodos
para ser una más entre los anónimos.
Tengo que perder el miedo a encontrarlos
en un callejón y que me pidan cuentas.
Tengo que enarbolar la rabia rebuscada
en las basuras y saliros al paso
con un ejército de perros rotos.
Estáis aquí, detrás de mis párpados.
Pensáis que me tenéis por fin rodeada.
Pero hasta aquí os traje porque esto es mío.
Mi cuerpo. Mis delirios. Mis fiebres.
Mis abuelos. Mis amantes. Mis hamacas.
Tengo un nosotros que oponeros.
La historia alternativa, la no dicha.
Son otras nuestras sumas y oraciones.
Tenemos portaaviones de papel.
Ardemos como azules zeppelines.
Yo no soy sólo yo. Os he engañado.
*****
Esto era la Crisis:
buscar una sonrisa
no con alegría
sino con desesperación.
Guardarla en el pecho
como un mendrugo de pan.
*****
No en el Boletín oficial del estado
ni en diarios o plazas mayores.
No en las novelas ni en los desfiles:
la verdad se ve desde el tren
cuando entra en la ciudad
por la puerta trasera.
Ruinas, cascotes, matorrales
y un niño que saluda con la mano
a los indiferentes desconocidos.
*****
Hacía tanto viento:
parecía que hubiéramos enfadado
a un ser mudo con labios y sin grito.
Tanto, tanto viento:
una estampida de sombras
un rechinar de estructuras.
No conseguía saber si nuestro pecado
era haber hecho o no haber hecho nada.
*****
Qué poder tengo yo
para ser escudo de nadie
yo que veo mi reflejo
en el iris
de la paloma atropellada
yo que mido mi espanto
con la escala
de los seísmos violentos
yo que no me concedo
ni la tregua
del descanso nocturno.
Y sin embargo
cogeré las riendas
del caballo más salvaje
le daré mis apellidos
al sueño más demente
robaré el tesoro
más caro a la codicia
en el mismo segundo
en que pronunciemos
las palabras mágicas:
"Somos pueblo.
Hasta aquí hemos llegado.
No aguantamos más".
*****
Ana Pérez Cañamares
Economía de guerra.
Ediciones Lupercalia.
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