...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.
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viernes, 20 de noviembre de 2015

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI - ORQUESTA DE DESAPARECIDOS



BANDADA DE TIJERAS

     Fue a finales de los años cincuenta del siglo XX. Mi hermana, en medio de un paisaje verde, lloraba mientras recorría un camino de tierra. Enseguida me describió las burlas padecidas en el colegio. Ella se expresaba en el euskera que nuestros padres nos enseñaron, y sus compañeros se reían. Para que yo no sufriera, me hizo aprender sin ira el castellano y sentí que con cada nueva palabra recibía un escudo. Así construí el muro detrás del cual Jorge Luis Borges, César Vallejo o Luis Cernuda me regalaron libertades. Comprendí que aquel refugio significaba igualmente una apertura.
     Al poco tiempo, la democracia trajo deseos justos de recuperar los idiomas apartados por el franquismo. Entre algunos supuestos protectores del euskera no faltaron las desmesuras. Tachar los letreros viales escritos en español fue una de sus tristezas culturales preferidas. Con palabras borradas cerraron las mentes. Su desafecto hacia otras lenguas era la prueba de la insinceridad con que defendían la propia; vi que usaban esa aventura para llenar el vacío íntimo. Al cumplir años he perdido convicciones. Una de ellas sigue conmigo y sé que va a acompañarme hasta los últimos días: quien ama un idioma ama todos los idiomas.

                                                   *****
  
GENTE QUE CAMINA EN MI MENTE

     De noche suenan los teléfonos y escucho las voces que llaman desde el país donde nací.
     Me anuncian la muerte de una persona
que conocí en mi infancia o juventud e, inmediatamente, siento la desaparición de un paisaje. La superficie que se desgaja deja en la niebla un torso, los brazos, los pies que fueron dos caminos paralelos. El roble y la higuera son ojos borrados cuando las frases salen del teléfono y entran en mis oídos.
     En mis visitas a Lesaka, compruebo que los terrenos se han encogido. Las púas de los alambres que delimitaban las praderas sujetan ahora unos retales blancos, y el viento bate esos jirones de las ropas de los ausentes.
Otras llamadas siguen despegando las calles del pueblo, y aumenta el grupo de hombres y mujeres que pasean en mi memoria al despedirse de una patria de huecos.
     Pronto seré el viejo que lleva en un bolsillo toda la extensión de su tierra
                    
                                                   *****

CONOCIMIENTO

      Yo la vi en los primeros días que recuerdo. Al principio la gota estaba a una altura inalcanzable: en las cimas de los grandes árboles, pendiente de una hoja invisible. La distancia no difuminaba la imagen, y percibí en su interior algunas palabras borrosas. Con el sol del verano la gota de agua aparecía sin sujeción en el horizonte.
     Conforme crecí, la gota descendió hasta el alero de un tejado. Mis años fueron el imán que me acercaba a una esfera de palabras siempre ilegibles. Llegaron los días violentos de la juventud y ella los acompañó desde una tapia. En la edad que precede a la vejez la encuentro suspendida de los arbustos y hierbas. solitaria, sobresale incluso en medio de la lluvia.
     Los viejos no caminan con lentitud por culpa de la carga del tiempo; sólo intentan no pisar la gota de agua caída al suelo de los últimos caminos que recorren. Hasta que los pies cansados rompen esa pequeña bolsa líquida. de ella salen libres las palabras indescifrables cuyo significado, por fin esclarecido, nadie puede transmitir.

                                                   *****

Orquesta de desaparecidos
Francisco Javier Irazoki
Hiperión

sábado, 1 de marzo de 2014

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI - RETRATO DE UN HILO



GREGAL ÍNTIMO

En el metro, en el mercado,
en los pasillos de los hospitales,
veo que pasa delante de mí,
sin repetirse,
una cadena de hombres.

Se descuelgan de mi mente,
no me miran, se alejan,
y sus ausencias son las estrías y arrugas 
de mi rostro.

         *****

NUBLO

Parece el bullicio de una fiesta
o de un acto político.
En medio de la algazara,
una mujer joven camina
con su hijo de tres años.

La madre y el niño se transforman
en dos piedras firmes
sujetas al centro de un río
cuyas aguas son rostros
y cuerpos veloces.

Súbitamente,
la madre refleja sobre la cara de su hijo
la vejez de los viandantes.
Ve la rápida corriente de arrugas
que discurre hacia una piel tersa.

La mujer lleva de la mano el pozo que ha creado
y a él se asoma para contemplarse.

           ^^^^^

PIANISTA INMÓVIL

Negra y joven,
la pianista descree de la palabra,
que es una cárcel para su música.

Desde el fondo de la clase
ha emitido un suave retumbo de bosque,
un silbo caliente
que respiramos.

Los sonidos de la pianista
borran los signos
que el profesor escribe 
en la pizarra.

Su pasión es la fuente 
de alguna parálisis.

Nos despedimos
y ella se queda tendida sobre unas tablas,
inmovilizada por el deseo,
mientras la ceniza del cielo da otra vuelta en sus ojos.

            *****

DEL TERROR

El edificio ha absorbido
la hosquedad del cielo.

Sus habitantes perdieron la paz.
A una hora inesperada del día,
son acosados por los sonidos de una pareja
que se ama con ardor.

Los vecinos desconocen
los rostros de los amantes y el lugar
de donde proceden sus gemidos,
pero se comunican el daño
que les inflige esa música tirante
–de res colgada
de un gancho de éxtasis–,
perturbadora para quienes rastrean el placer
e ignoran con qué secreto
nacen las voces de su trastorno.

             ^^^^^

MIGUEL DE CERVANTES VIAJA A SUS DOS ESPEJOS

En el primer espejo,
el imperio español es un pavo real
que cubre un paisaje de mendigos, matasietes
e hidalgos de gotera.
En sus plazas, el cadalso de la Inquisición
como único quiosco de música.

Ahí caminan el bisabuelo pañero,
la abuela y su familia de sangradores,
el abuelo con tres mozos de cuerda,
el padre sordo que ama la viola y los caballos.

Detrás vienen las hermanas,
domadoras de escribanos y genoveses relamidos,
el pueblo fisgador,
la paciente Catalina.

El militar lisiado los mira desde su ventana
y bebe unos sorbos de aguapié
mientras afila el palo de la melancolía.

Al segundo espejo llega la muchedumbre
que es cualquier hombre:
un niño que lee
los papeles rotos de la calle,
el joven que hiere a un maestro de obras,
el soldado con frascos de pólvora, bolsas de balas
y demás utensilios de poeta,
el cautivo ante el que ahorcan a un jardinero.

También acude el que pesa la cebada clerical,
ése que juega a los naipes
y a las excomuniones,
el que se acuesta en las cárceles
y cuyas páginas aprisiona
el libro de un suplantador.

Ve en los dos cristales su edad oscurecida.

Para ir de un espejo a otro
cruza un lugar innombrable.


Francisco Javier Irazoki
Retrato de un hilo
Poesía Hiperión.