...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.
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lunes, 21 de septiembre de 2015

ANTONIO RIGO - POEMAS DE LA NEVERA




todo lo veo
en tu tobillo,
impúdico altar
de aquella desnudez,
árbol inquieto
de vocales transparentes,
espejo lunar de Aquiles,
indomable palabra
no dicha aún ni marcada
por los hombres.

*****


tiendo tu ropa 

en la azotea
al puro sol de diciembre,
la tiendo lenta
detenidamente,
silba el sol y
cantan los pájaros
desde no sé qué nube,
un poco más allá
se acerca el solsticio
oh! lo veo,
tu ropa y yo
felices
en la azotea del mundo
al sol puro y lunar
de diciembre.

*****


¿quién soy

cuando me veo
de lejos
quieto, frágil
invencible
respirando
el geranio?

*****


Antonio Rigo

Poemas de la nevera
Colección Planeta Clandestino nº 174
Ediciones del 4 de agosto

viernes, 11 de julio de 2014

ANTONIO RIGO - ÁLBUM BLANCO. POEMAS



Tiendo la colada mirando la montaña.
todo lo veo, las verduras
los animales, la presencia.
Parece que estoy detenido en la nada:
la ropa mojada, la montaña lejana y
el hombre despeinado.
Pasan pájaros. Ya inician los mirlos.
Hay un zumbido que debe ser el
otro mundo. Sé que no haré nada
más importante en todo el día.

                *****

Posesiones: Nada tengo y siempre
me acompaña la sensación
de estar de paso, de ser
mestizo o extranjero, soy una casa
vacía, una maleta llena de canciones
y libros y
un poema por escribir.

                *****

Riqueza:
A partir de los 50 la posesión
de la nada: tener nada.
Y las manos desnudas
como una luna ebria
o una manzana 
de luz.

                *****

Hace muchos años
decidí dejar el coche.
Y la moto. Caminar es mirar.
Si necesito unos zapatos o unos pantalones
sé que debo ahorrar unos meses.
Me alimento frugalmente. Quiero decir
que me quedo con una mística
sensación de hambre. Me gusta el vino.
Me gusta el agua. Y un poco de chocolate.
Si tengo un euro, vivo con un euro.
Si tengo siete, vivo con siete.
Si tengo 50 euros, procuro gastarlos
inmediatamente. Duermo poco. Yo diría
que en pie y con un ojo abierto,
pero desde hace unas noches
un grillo me acompaña. Siempre
tarareo algo, debe ser cosa
del ritmo interior. Amo. Vivo en
la ocupación total de esperar un 
verso. Jamás lo dejes todo por
la poesía.

                  *****
Antonio Rigo
Álbum blanco
Baile del Sol Ediciones

domingo, 22 de abril de 2012

ANTONIO RIGO - POEMAS DE LA GUERRA



POEMAS DE LA GUERRA


No quiero escribir sobre la guerra
no quiero hablar de la guerra
no quiero pensar en la guerra
soy
un avestruz.

***

El canto del ave
el vuelo de la mariposa
y el silbido del obús
el rugido del silencio
después del silbido
del obús.

        ***

Desde el agujero excavado en la tierra,
detrás del muro de piedras,
desde el árbol, la puerta, la trinchera:
la luna
como un disparo de ansiedad.

***

En la noche se  me disparan los latidos
y noto como una cosa en el cuello
que me dificulta la respiración,
pero sobre todo, la sensación
de que te ha de venir o llegar
súbitamente algo, un ataque,
el dolor, un desmayo.
La inmediatez de la vida y la muerte.

***

Cuando encuentro un cadáver
me siento tan terriblemente solo
que soy incapaz de pensar
en la muerte.

         ***

Al atardecer
he visto llegar
el pájaro de la tristeza,
venía volando lento
como un tanque
y se ha posado
todo plumas y óxido
ante la puerta de mi guarnición,
tenía tu mirada
de cuando no me quieres ver
y hablaba agujas
de otoño, sangre y fango.

***
Hay un hombre que habla con las gallinas y un pájaro sobre lo que queda de un poste telefónico, cráteres, piedras heridas, nubecillas de humo y niebla, desolación. Lo que permanecerá tras esta guerra no lo saben los tanques, ni las milicias, ni las insignias, lo que permanecerá tras esta guerra lo sabe el hombre que habla con las gallinas y el pájaro solitario sobre lo que queda de un poste telefónico.

         ***
Libertad

No me importaría morir
porque he pensado tus ojos
y tengo el corazón
manchado de cerezas.

Masticando adelfa, poesía reunida.
Antonio Rigo (Ediciones La Baragaña)


miércoles, 18 de abril de 2012

ANTONIO RIGO - MASTICANDO ADELFA




Me miro el pie.
Mi pie solo.
La casa es un enorme vacío
donde aparece mi pie.
La noche y mi pie.
No hay luna ni
alcanzo a encender
la radio. Mi pie blanco.
Mi pie hace más ruido
que todo el edificio junto.
Y llora. Y ríe. Y grita.
A mí lo que me gustaba era tu pie.
Mi pie llorón y veraniego y
tan, tan solo.

*** 

Infinito

Estoy en el coche y
parado en un semáforo
escucho por la radio
cómo algunos científicos
aseguran que el infinito
es cinco veces mayor.
5 veces mayor.
Se lo digo al vendedor de pañuelos.
Se lo digo al de los periódicos.
Se lo digo al que intenta
limpiarme el parabrisas.
Parece no importarles.
El infinito del paro y todo eso.
5 veces mayor.
¿Y ahora?
¿Qué coño hago ahora yo
con mi infinito?

*** 
Entonces voy y
muevo la montaña
pero tú sigues diciendo
¿cómo vamos a llegar
a final de mes?

*** 

Madrugada del sábado.
Mi hermano entra en el comedor
con las venas abiertas.
Mi padre y mi madre duermen.
Hay sangre por todas partes,
en el pasillo en el baño en las mesas.
Hay sangre por todas partes,
en su cara en mis manos en las camisetas.
Cojo dos toallas y
se las abrazo ato aprieto a cada brazo.
Ayúdame, dice. Mi hermano pequeño.
Es un toro herido
es un corazón partido
es un alma ensangrentada.
También me he metido 37 pastillas
murmura, por dios por lo que más quieras
no te duermas, ahora no te duermas.
Y despierto a mis padres y con madre
nos vamos hacia urgencias, no te duermas
por lo que más quieras no te duermas.
Le curan y cosen las heridas.
Le hacen un lavado de estómago.
En la habitación mi hermano duerme azul
el sueño del suero y los tranquilizantes.
Mi madre está sentada junto a él,
una mano en su frente otra sobre una venda.
Es una virgen pálida que llora al hijo
tumbado en una cruz inmensamente blanca.
Yo estoy en pie
junto a la gris ventana y
los turbios cristales.
Intuyo la luna roja
la noche oscura y
el asesinato del amor.
El río envenenado de mi hermano.
El bosque incendiado de mi hermano.
El toro joven herido de mi hermano.
Me lamo la sangre seca de mis manos
dibujo un suspiro en el aire y
pienso brutalmente en ti.

 ***

Ahora recuerdo tus piernas.
Sí. Recuerdo tus piernas.
Siempre me miraban tus piernas
y llenaban todas aquellas habitaciones
de blancura larguísima, dolor e iniciación.
Me dolían tus piernas
como duele a veces
el costado, el sexo o la cabeza.
Sí, ahora recuerdo tus piernas
y tengo nostalgia
de aquel mareo salvaje
que humedecía
las arenas inocentes
de la adolescencia.
Palpando la desnudez del desencanto
recuerdo ahora tu desnudez,
aquel brillo, aquella luz tan sola.
Sí, ahora recuerdo tus piernas.
Hay tantos días
en los que no quisiera nada más.

***

Ya nada es igual.
Las niñas crecen lejos
la noche se mezcla con los días
y tú te acuestas con otro hombre.


Masticando Adelfa, Antonio Rigo
(Ediciones La Baragaña)

domingo, 20 de marzo de 2011

ANTONIO RIGO


MI PERRA

Mi perra se ha envenenado.
Ladea la cabeza, gira los ojos
aúlla y babea.
Se muerde la lengua
camina de costado y
sangra por atrás.
De súbito rompe a correr
sobre la tierra
como si hubiera visto al diablo.
Ha visto al diablo.
Las niñas lloran y gritan y
se estiran del pelo
riendo y saltando.
Yo bebo vino y pienso
en las soluciones de urgencia.
Quizá una oración india,
quizá un poema como Byron,
quizá un disparo
como hacen los héroes
en esas películas
con sus caballos.


MASTICANDO ADELFA. inédito 

lunes, 7 de marzo de 2011

ANTONIO RIGO


No hay ciudad, nombres, rostros
no hay camino de vuelta.
Atrás queda la paz
el oro, la cierta seguridad
de la semana completa.
No hay camino de vuelta
enfrente la contradicción
la oscura luz apenas
la fragilidad incierta
del instante, de tu hora viva
de tu momento único y
entero. No hay camino de vuelta.
Ella gobierna, el poema no espera.


Pan con aceite y otros poemas. Calima ediciones.


                         ***


¿Cuánto tiempo ha pasado?
Una vez que nos duchamos juntos
pusiste tu mano en mi cadera.
Aún la noto.
A veces es todo lo que tengo.
Ese vértigo azul.


Poemas del bosque y de la lluvia. Ediciones Baile del Sol




.

jueves, 7 de octubre de 2010

ANTONIO RIGO





Cuando amanece junto al puerto y permaneces.
Cuando la lechosa luz del día
entorna los ojos perplejos de la piel.
Cuando los tambores de los sentidos
golpean humo bajo la noche de tu pecho.
Cuando su ritmo frenético te hace ignorar
la llamada a la cordura de tu corazón.
Cuando llueve y los palacios de la lluvia
hablan enredados
a la luz de tu pelo.
Cuando siempre parece demasiado tarde.
Cuando siempre parece demasiado abajo.
Cuando siempre parece demasiado lejos.
Y sabes ya
que el frío de tus manos recientes
puede encender todos los cigarrillos
del diamante.
Es la hora del adiós a las ciudades.
Es la hora del adiós a los números y
a la aritmética absurda de las culpabilidades.
Es la hora de amar la soledad.
Es la hora - yo soy mío- del bosque encendido.




                          ***




Los caballos que trotan por tu espalda
traen un amor tan desbocado
como esencial.
Relinchos y crines sudadas.
Grupas bañadas por la luz.
Necesidad de avalancha.




                         ***


Tengo una cabaña en la cabeza.
Los dedos de la tristeza
atan cintas coloreadas
a las maderas húmedas
de mi piel.
La hierba de mi pelo se estremece y
habla con el rocío.
El agua de mis ojos tiene sed.
Tengo una cabaña en la cabeza.
Al anochecer enciendo hogueras
donde celebro los gestos,
las ausencias, las ciudades.
He llegado. Soy todo lo que hice.
Y eso ya no existe.

POEMAS DEL BOSQUE Y DE LA LLUVIA.  ED. BAILE DEL SOL

miércoles, 29 de septiembre de 2010

ANTONIO RIGO












En el descampado hay un remolque con un
carrusel
destartalado entre dos furgonetas preparadas para
el desguace, brota en la parte superior de la noria
un almendro permanentemente en flor. Ocultas tras
las ruedas deshinchadas del insólito carruaje
dormitan, adoquines desvanecidos, las voces de los niños.


                               ***


Y entra el otoño
El hombre está apoyado en el quicio
de la enorme puerta verde, el rugido
de un camión le impide escuchar el balbuceo
del grillo, a su izquierda una sirena toca fin
y enfrente las luces del bar parpadean amarillos
fluorescentes, pasan un coche de bomberos y una
gigantesca máquina excavadora, ambos levantan una
nube de humo azulado, flotan en el aire distancia y
lejanía suficientes para arropar al hombre en la
más completa soledad, lentitud.
Cae un relámpago y entra el otoño.

Poemas del polígono industrial. Ed Bitzoc.


lunes, 16 de agosto de 2010

ANTONIO RIGO



Las enfermeras no lo saben.
Hablan en voz alta de sus chicos y
problemas mientras me ponen
otra inyección en el vientre, cuidado
que duele, es para la circulación
y tómese las pastillas antes de la cena
y no se quite el tubo del oxígeno que
aún viene pobre la sangre y
tiene un  poco de fiebre, mañana
nos vamos al cine aunque yo prefiero
salir por ahí, después le pondremos
la mascarilla, ah mira qué anillo me ha
regalado ¿todavía no puedes dormir?
No. Las enfermeras no lo saben.
Pero yo, tras el gran ventanal de la habitación,
veo caer marzo con todo su esplendor
de polen amarillo y mirlos alborotados
y nubes rojas de decadencia
ni siquiera desolación.

ANTONIO RIGO.    POEMAS DE LA OTRA ORILLA.     ED. INSOMNUS 2010



domingo, 18 de julio de 2010

LA OTRA ORILLA. ANTONIO RIGO

            Te amo con pasión y
            sin ruido,
            como la nieve cayendo
            en una montaña de fuego,
            como encender en la noche
            una invisible luz.



POEMAS DE LA OTRA ORILLA. ANTONIO RIGO (INSOMNUS. PALMA DE MALLORCA 2010)


Si en Poemas del bosque y de la lluvia Antonio Rigo perseguía el milagro de convertirse en árbol, en Poemas de la otra orilla es ya el árbol quien escribe los poemas. Este libro está escrito sobre la piel de su autor.
El sosiego, equilibrio y lucidez de sus versos proceden de la experiencia y de la edad que indican los 50 circulos de sus brazos. Es el momento de oir latir el corazón de las manzanas, es el momento del poeta ante la soledad de las palabras, es el momento del árbol que interroga a la naturaleza, ¿quién como el árbol podría cantar a la montaña? ¿Quién como él, que nos observa con distancia, podría acercarnos a la otra orilla?
El álamo escribe como ama, con pasión y sin ruido, la higuera levanta jardines, el árbol quiere irse a vivir al interior del árbol ¿o quizás no era así? Ayer, antes de dormir, leí Poemas de la otra orilla y hoy he amanecido ebrio de amor y otras voces. Escribo este prólogo en trance, como Rigo escribe sus versos. Abro la ventana y beso el árbol, abro la ventana y respiro la flor. Lo confundo todo, es necesario, sin duda, acostarse sobre la hierba para leer estos poemas, a la sombra de un antonio, sin prisas. Es necesario abandonar  la urbe, esconderse al menos en el interior de un parque, donde las ramas nos oculten la ciudad y el deconcierto.  Es necesaria la muerte para llegar al otro lado, morir  para nacer en el bosque,  para ser la garza a la orilla del río,  lagarto largo, verde y sabio al mejor sol.
Como decía Heráclito: En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos. Nosotros nos hemos bañado dos veces en el mismo safareig, siguiendo la versión de Platón en el Crátilo, no se puede entrar dos veces en el mismo río. Pero el cauce, la playa o la alberca, son los mismos y es en nosotros donde se produce el cambio. En Mallorca hay toda una generación de jóvenes poetas que han crecido a su lado, que siguen creciendo, conocedores ya de la ocupación total de esperar un verso. No soy el mismo, he conocido a Antonio Rigo y nunca seré el mismo.

La otra orilla no se encuentra en la muerte, como podría parecer a algún lector despistado tras la lectura de algún poema. Para alcanzar la otra orilla es necesario sufrir una transformación, alcanzar otro estadio mental. Hay que mantener la atención en el momento presente, liberar el pensamiento utilizando vías de acceso espontáneas  e intuitivas, ajenas a la intelectualización, vaciar  el interior sin desear ni rechazar nada. Sólo cuando dejamos de remover el agua de un estanque podemos al fin ver el fondo, descubrir nuestra propia naturaleza.
Un árbol-río fluye calmo por los versos de la otra orilla. Rigo es el poema y la mano que lo escribe, es el mirlo y el cerezo, la iluminación zen de un hombre que se acerca a la poesía con la mente despierta y las manos vacías.


Jorge Espina