...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.

sábado, 31 de octubre de 2015

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO - TRES POEMAS



LUNA LLENA

Como cuando era niño y te miraba
lleno de dicha y lleno al mismo tiempo
de sagrado temor, miro esta noche
tu misteriosa plenitud. Mis ojos
van siguiendo tu curso, el arco mágico
que trazas en el cielo, y te agradece
el corazón rendido la belleza
que al mundo le regalas.
                                    Sé que riges,
junto a otros astros, mi destino y nunca
me he negado a ser tuyo: ¿quién podría
desoír tu fulgor sin saber luego 
siglos de oscuridad? He pretendido
siempre que mis poemas, en el fondo 
–aunque los versos de otra cosa hablasen–,
te celebraran y que fueran dignos
de elevarse hacia ti, porque no ignoro 
todo lo que te debo.
                             Pongo. madre,
bajo tu dulce protección los cantos 
que este libro reúne, y te suplico
que los acojas y que no les niegues
el don supremo de tu luz divina.

*****

AVISO PARA CAMINANTES

En la suma de días indistintos
que la vida da al hombre, acaso hay uno
en que el destino, trágico y hermoso,
pasa por nuestro lado y el azar manifiesta
una insólita luz, un desusado
fulgor inconfundible.
Pero no has de dudar. Ten el coraje,
cuando llegue el momento,
de abandonar las cosas con que siempre
te engaño la costumbre, y sube pronto
a ese carro de fuego.
                               Poco dura
el milagro.
                Después, si te negaras
a partir, sólo noche
merecerás. Y nunca, aunque quisieras,
podrás comprar la luz que despreciaste.

*****

EL MALECÓN

Apártate de todo esta mañana
y adéntrate en ti mismo al tiempo que te adentras
en la insólita paz de este olvidado
retiro silencioso.
                        No hay nadie. Quedan lejos
la ciudad y sus gentes, los trabajos
tan tristes de los hombres. Es tu amigo
el buen sol de febrero, que acaricia
con mucho amor las cosas y derrama
su milagro en tu piel. Vivir deseas 
con la antigua inocencia este momento
y ser de nuevo aquel adolescente
que aquí solía venir cuando necesitaba
estar solo y soñar.
                           Pero detente. Mira.
¿Recuerdas? Puedes verlo. En un banco de piedra
está sentado. Tiene
un cuaderno en las manos, y unos libros
hay junto a él. Quién sabe
en qué estará pensando. Ignora tantas cosas
que te enseñó la vida y que quisieras
no saber.
              Déjalo. Nada le digas.
Tiempo habrá de que el tiempo
lo acerque a ti y te alcance.
Pasa a su lado y sigue. No destruyas
el encanto. Silencio. Sed dichosos
bajo esta luz bendita.
                               Entre las ramas
de los naranjos cantan los jilgueros.

*****

Eloy Sánchez Rodillo
Elegías
Trieste

miércoles, 28 de octubre de 2015

ÁNGEL GONZÁLEZ - ASÍ FUERON



ASÍ FUERON

La mañana
                   –ese tigre
de papel de periódico–
ruge entre mis manos.

Ambigua e indecisa, 
exhibiendo las fauces irascibles 
en un largo bostezo, 
se levanta:

Va a abrevar en los ríos, 
a teñirlos de rojo con sus barbas sangrientas. 
Luego se precipita sobre el valle.

Las tres en punto ya; 
parece que la luz, zarpa retráctil, 
abandona su presa.

Pero eso,
               ¿quién lo sabe?

Agazapado
como una loba,
el crepúsculo espera 
a que salga la luna 
para aullar largamente.

Así fueron los días que recuerdo.

Los otros,
los que olvido
¡tengo ya tantos años!–
huyeron como corzas malheridas.


Ángel González
Prosemas o menos

viernes, 23 de octubre de 2015

ANTONIO ORIHUELA - EL AHORCADO



EL AHORCADO


Los niños me proponen un juego:
adivinar palabras.

Se marcan tantos espacios en blanco como letras tiene la palabra a acertar
y se pinta al lado una horca.
En ella, por cada error,
se dibuja un miembro del cuerpo humano,
pierdes si,
antes de encontrar la palabra,
tus errores completan la figura del ahorcado.

Cinco huecos para mi palabra:

D O L O R

Recorren  arriba y abajo el abecedario,
pero aún no encuentran en sus vidas nada semejante.

En el papel,
se balancea un muerto.

jueves, 15 de octubre de 2015

PEDRO MAIRAL - POR ESO



porque yo me desierto y tú me lluvias
porque me océano y me balsas
porque me otoño y tú me hojas
porque me sótano y me alas
por eso yo te músico y me músicas
por eso yo te potro y tú me frutas
y yo te marinero y me tabernas
y yo te remolino y me lagunas
por eso yo te circo y tú me infancias
por eso te amarillo y me amarillas
y te barco y me arenas
y te astro y me noches
y te buzo y me perlas
y te campo y me flores
por eso yo te viento y tú me crines
por eso te crepúsculo y me auroras
por eso yo te cielo y tú me golondrinas

sábado, 10 de octubre de 2015

CRÓNICAS DEL VÉRTIGO - J. MANUEL VIVAS



Es difícil componer las palabras,
dejarlas sucumbir en su preciso designio.
Es difícil otorgarles la escena
que su desafío propone,
que no crezcan insostenibles o viejas,
que no se despojen de la incertidumbre
que las alimenta.
Es difícil estar en ellas indiferente,
creer  que su leve abrazo
se extenderá por los papeles
o en los muros donde habitan tercas.
Es difícil,
y sin embargo se asoman cada tarde,
claras e intransigentes,
volátiles también,
decididas a elevarse sobre la escena,
escalar las frías cumbres,
incendiar las miradas
o desmembrar provocadoras
todo atisbo de inocencia.

*****

Es sábado y otoño,
del día y la estación se presiente
el leve dibujo de las sombras,
la esférica pronunciación de la lluvia,
el cielo cerrado y gris,
la tierra empapada de olvidos,
los pasos que se alejan,
la mirada altiva y débil que desfallece,
la luz y la simiente entre ruinas,
el vuelo y la memoria que se pierden
y el tenue silencio de las horas
que todo acosa y derriba.

Es sábado y otoño
y octubre,
y llueve sobre el asfalto.

*****

Tienen las manos el sabor turbio del deseo,
donde cavan se desnudan,
cuando acarician se dilatan,
donde esculpen y escriben
dejan huellas curvas y sinuosas,
donde yacen
engendran diminutos insectos,
de alas quebradas,
de risas oscuras.

*****

Crónicas del vértigo
José Manuel Vivas Hernández

martes, 6 de octubre de 2015

BENJAMÍN PRADO - HOTEL DE CARRETERA JUNTO AL BOSQUE



Hotel de carretera junto a un bosque

                          I


–poema: nieve azul, agua en la mano.


Un hombre es más feliz cuanta más gente olvida.


Sólo el miedo 

consigue que las cosas 
parezcan lo que son.

Digo mis tres verdades junto a un bosque.

Digo también 
la vida y la muerte se parecen 
como un pez y un cuchillo. 
Digo a veces soñar es más fácil que ver.

Y hablo como quien sube una montaña, 

hablo un idioma verde que morirá en tu arena.


                          II


–volvíamos a casa con las primeras lluvias, 

en los últimos días de verano.
Detrás el mar, 
su arena sin memoria, 
su inquietud de mercurio.

El otoño era un lobo que comía palomas en hoteles vacíos;

los árboles soñaban con leones; 
la ciudad se acercaba con sus cristales negros, 
lentamente, 
como sangre vertida.

A lo lejos, 

              brillaban las torres de la radio.
Las calles eran piezas de la noche
como la llama es parte de la luz
y la ceniza es parte de la sombra.

Si cerrabas los ojos, la autopista era un río.



                           III


–Cuando el cielo comienza a oscurecer

se encienden los hoteles.

La estación de servicio ilumina el bosque.

Los árboles
son como un fuego verde ardiendo en la espesura.

Hay rosales plantados junto a los surtidores

y las rosas se encienden
cuando pasan los coches.
Se encienden
y se apagan,
como el letrero de un hotel barato.


                            IV


–El Ganges era lento y el Mississippi oscuro;

uno se parecía a las panteras
y otro a los ojos de un soldado herido.

Mi padre usaba palabras hermosas igual que la nieve.

Palabras como la nieve que se oculta a sí misma.

Los bosques destilaban pájaros tropicales,

el Amazonas era la sombra de los tigres,
el Sena
            comenzaba en las campanas
y en el Hudson morían las palomas.

Yo estudiaba los ríos.

Mi padre,
envuelto en humo,
hablaba de esperanzas y de escombros,
de la lluvia inocente sobre el hombre culpable,
del puñal enterrado en la arena de los números,
del sol vacío que entra en la casa del muerto.

La luz del televisor se extendía por la habitación.


En el Ebro, flotaban duros montes de estaño.

En el Guadalquivir hubo torres de oro.
En el Nilo brillaban las pirámides.

Nuestros cuerpos teñían de rojo la luna.



                              V


–El invierno se esparce como un gas por los árboles.


Un viento azul

                     se mueve en las violetas
últimas del jardín.

En el pequeño

incendio de las rosas
arde la luna.

Veo el mundo a través de ti

como el bañista cuya piel toma,
                                               al internarse en el mar,
la temperatura del agua.

El bosque es del tamaño de mis ojos.

Cuando las luces caen 
bajan los animales hasta el río:
ciervos dorados que beben ciervos azules;
ciervos que miran con ojos tristísimos pasar los trenes.

Acaricio tu mano y espero que regreses.

Amor de antes, pozo sin niñas asustadas,
fruta sin dios,
maleza sin ortigas.

                         

                                VI


–Nos marchábamos una y otra vez de sus ojos
como un río se aleja de los árboles,
una y otra vez.

Tú dijiste: –Las cosas nunca son

nuevas, sólo distintas.
Y el mundo se ajustó, de pronto, a esas palabras,
se convirtió en su sombra,
                                      su consecuencia,
                                                               su eco.

La muerte era muy blanca y llegaba a su piel

como el mar se acerca a la noche de las ciudades.
Nosotros la veíamos,
era una nieve espesa
y quemaba las manos.

Yo te dije:

                –El dolor es siempre nuevo
es el que toca el agua quien inventa las ondas,
es el que cae quien crea el precipicio.

Miré otra vez sus ojos,

supe
       lo que es un río
atrapado en los árboles que refleja ese río.


                                VII


–Una noche te dije: –Quien no tiene secretos

nunca tendrá piedad.

Llovía, pero abriste una ventana.


La tormenta era azul dentro del bosque.

La mancha roja de las rosas
                                         se extendía
por el corazón de los jardines.
Y el mundo era un mundo de otra época:
como la vez que estábamos en una casa abandonada
viendo un incendio antiguo.


                                  VIII


Mi padre había muerto, pero aún lo veíamos

por las habitaciones 
o cruzando el jardín:
como al cerrar los ojos
después de ver un bosque,
los pájaros se mueven todavía un momento en la mirada.

Después llegaron luces

                                 de autopista,
emisoras
              de media noche
hoteles conocidos,
                           la luna sobre el río de automóviles.

Atravesábamos despacio los nombres de las ciudades,

sintiendo, al mismo tiempo,
la lentitud y el paso de los días.

Hacia el final, mi padre era del agua,

del cuarzo,
de la sombra.
Sus ojos eran limpios,
más azules.
Y extraños
como una luz encendida en una habitación vacía.


                                       IX


–Conduciendo bajo la lluvia,

la luna es del color de los coches que pasan.

Atrás queda el pequeño

hotel de carretera junto a un bosque.

Conduciendo bajo la lluvia,

en los jardines públicos brillan ángeles fríos.

Atravesando calles

                            tranquilas,
soledad edificada.

Conduciendo de vuelta hacia nosotros mismos.

La última frontera es nuestro corazón.




Benjamín Prado
Asuntos personales