...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.

lunes, 13 de julio de 2015

INMA LUNA - NADA PARA CENAR


Estrella

Hay gente que nace 
con una buena estrella 
pegada a los talones.
Aunque la vida se empeñe en contrariarles, 
en ir cerrando vías, 
ante ellos aparecen 
siempre caminos nuevos 
y más iluminados.

Andan en parihuelas, 
no se manchan de barro 
y, si lo hacen, 
el barro es siempre arcilla curativa, 
que tonifica y curte.

Hay gente que atrae lo bueno, 
que lo encuentra, 
que se tropieza siempre con lo hermoso, 
que por donde caminan nunca llueve, 
y si lo hace, 
la lluvia es siempre amable y redentora.

A veces, como ahora, 
creo en mi buena estrella 
porque aun estando al borde mismo 
de la sociopatía 
me desenreda el pelo
la más dulce versión del ser humano 
y la vida me trata 
como a una reina.

Inma Luna
Nada para cenar
Baile del Sol Ediciones


viernes, 10 de julio de 2015

PACO GÓMEZ NADAL - CÓLERA Y BARRO


CÓLERA Y BARRO


Los gigantes se creen que lo son porque no tienen la capacidad de verse de lejos: tan pequeñitos, tan insignificantes al lado de los seres humanos de carne y hueso, de los dioses que cada día van a trabajar con la lonchera cargada de esperanza.

Los gigantes tienen los pies de barro y la cólera inflamada. Desvisten sus vergüenzas delante de las muchachitas y sueltan el látigo de su poder ficticio contra el coraje de los resistentes. Pobres los gigantes... tan pequeños, tan disminuidos en humanidad, tan deficientes en alma.

Los humanos los miramos con desprecio (y ellos lo saben), con algo de caridad (y ellos lo detestan), siempre con irrespeto (y ellos lo sufren). Despreciamos su pequeñez, su falta de inteligencia, sus toscas formas de proceder. Somos caritativos ante su discapacidad crónica para entender el mundo que los rodea, ante su voraz apetito de poder y acumulación. Irrespetamos su estirpe y su descendencia: les condenamos al ostracismo del ridículo Y de la pobre riqueza material.

Hoy, que los gigantes me respiran, los siento más molinos que nunca: estúpidos mecanismos de repetir errores tan poco dignos que, al fin, solo (re) tienen el poder. Nosotros, los humanos, preferimos tener la razón y la dignidad, dos bienes de no-consumo tan escasos en el Olimpo como los pañuelos de papel.

***** 

Estado de excepción


Hoy voy a firmar unos cuantos decretos. Me he otorgado poderes excepcionales para  legislar sin razón y para sentir sin limitación.

El primero tendrá que ver con nosotros, por supuesto. Determinará con exactitud nuestra obligación de dedicarnos en cuerpo y alma a nuestros cuerpos y almas, el ineludible deber de ser lo que somos dejando como víctimas, únicamente, al tedio Y a las tentaciones de rendición.
El segundo es probable que se centre en el paréntesis obligatorio en el que deberán entrar rutinas y horarios, empleos y estupideces. El tiempo no puede consumir en asuntos tan insignificantes para el ser humano como producir o triunfar. Claro está que esos temas estériles son de extrema utilidad para poderosos y religiosos de la mentira, pero como presidente plenipotenciario los mando al carajo y decreto la libertad incondicional para trabajadoras, putos y desempleados, les concedo el subsidio del afecto y la fraternidad y los condeno a cagarse de la risa cada vez que vean un empresario buscando carnaza para sus factorías de dolor.
Estoy pensando el tercer decreto pero, mientras lo defino, me voy a concentrar en tus ojos, en tu voz, en meterme tan dentro de ti que la oposición, siempre dispuesta a amargarnos la fiesta, no me puedo encontrar.
Divúlguese y cúmplase (o no)

Terca resistencia
Paco Gómez Nadal
Amargord Ediciones



jueves, 2 de julio de 2015

ANTONIO GAMONEDA - LIBRO DEL FRÍO - FRAGMENTOS


Era veloz sobre la yerba blanca.

Un día sintió alas y se detuvo para escuchar en otra edad. Ciertamente,
latían pétalos negros, pero en vano: vio a los duros zorzales alejarse hacia
ramas afiladas por el invierno

Y volvió a ser veloz sin destino.

*****

Hablan los manantiales en la noche, hablan en los imanes del silencio.

Siento la suavidad de las palabras olvidadas.

*****

Esta hora no existe, esta ciudad no existe, yo no veo estos álamos,
su geometría en el rocío.

Sin embargo, éstos son los álamos extinguidos, vértigo de mi infancia.

Ah jardines, ah números.

*****

Hay un anciano ante una senda vacía. Nadie regresa de la ciudad lejana; sólo el viento sobre las últimas huellas.

Yo soy la senda y el anciano, soy la ciudad y el viento.

*****

Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.

Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas húmedas.
Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.

Ah la pureza de los cuchillos abandonados.

*****

Ha venido tu lengua; está en mi boca
como una fruta en la melancolía.

Ten piedad en mi boca, liba, lame,
Amor mío, la sombra.

*****

Mi rostro hierve en las manos del escultor ciego.

En la pureza de los patios inmóviles él piensa dulcemente en los suicidas;
está creando la vejez:

Ayer y hoy son ya el mismo día en mi corazón.

*****

El animal del llanto lame las sombras de tu madre y tú recuerdas otra edad: no había nada dentro de la luz; sólo sentías la extrañeza de vivir. Luego venía el afilador y su serpiente entraba en tus oídos.

Ahora tienes miedo, y de pronto, te embriaga la exactitud: la misma fístula invisible está sonando bajo tu ventana: ha venido el afilador.

Oyes la música de los límites y ves pasar al animal del llanto.

*****

Antonio Gamoneda
Libro del frío