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...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.
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jueves, 5 de abril de 2018
ALEJANDRO CÉSPEDES - ELEGÍA
II
Las lagrimas que viertes en la almohada
y que habrán de secar sin dejar huella
no son sino afluentes del pequeño
caudal con el que baja ya tu vida.
No has crecido y qué pronto desembocas.
Ni tiempo tus recuerdos han tenido
de ir rodando y haciéndose guijarros.
Te vas con tu memoria inestrenada
y has llenado el embalse de la mía.
III
La vida se está yendo
de ti como un silbido.
Vacía tus pulmones. Cuando expires
aire sólo será lo que tú fuiste.
¿Quién lo respirará, dónde ese aliento?
XI
Se encarama la luz,
por fin, sobre la fiebre de tu boca,
después de traspasar tan larga noche.
¡Qué avalancha de muerte traen tus venas
y qué frágil velero te transporta!
Tienes los labios ácidos,
agrietados,
cansados de remar contra el insomnio
que rompe como espuma en la mañana.
Están varados, tiemblan
en los escollos que ya enseña el día.
Rezuma por tu cuerpo la humedad de la vida.
Se evapora y te deja
sólo espuma salada
como sucio rocío
que marchita las células.
Sé que te estás muriendo entre mis sábanas.
Que me estás agarrando
y encerrando en la jaula del recuerdo.
Pero acudo al reclamo
aunque no haya horizonte en lo que ofreces.
Sé que ho hay horizonte
más allá de las bocas que ahora unimos,
pero intenta dormirte mientras besas,
sueñas,
terminas.
XIII
Por fin, no estás.
Abandonaste el campo de batalla.
No tenía tu cuerpo
trincheras que entregar a su enemigo.
Ni un milímetro más
podía retirarse en ti la vida.
Rendido
en una tierra de nadie,
en un hospital de nadie,
te has llevado contigo a tus verdugos.
Ya con el alma líquida,
en la fosa común de la memoria
yaces.
XVIII
Aunque he soltado el hilo de todas tus cometas
para ver cómo el viento las alzaba
y luego, a la deriva, se perdían,
han quedado varadas en el cosmos
y ocupan el lugar de las estrellas.
Así pueblan mis noches.
Se asoman luminosas por sus grietas,
guillotinan las sombras como un rayo de peces
y sus colas ondean y emborrachan la vista.
Cada noche se muestran, sonríen, se numeran,
emiten sus aullidos disfrazadas
de ese lobo sin fe que es la memoria.
Y yo rumio sus ecos,
son como el chicle insípido
que de niño pegaba en el pupitre
para irlo masticando un día tras otro.
Me siguen como un perro abandonado
al que un mal día, caritativamente, ofrecí pan.
XXX
A cada paso crece
el paisaje que forma mi pasado.
Una vasta planicie
se extiende desde el bosque de la infancia.
Se ha cubierto de verde
el desierto de los últimos años.
Hay tardes en que un grillo
saliendo de una cueva muy distante
hace que se detenga
el ritmo de mis pasos.
Miro hacia atrás y veo
los prados que he pisado.
Y sé que estás ahí,
en algún sitio,
y cantas.
*****
Alejandro Céspedes
Las palomas mensajeras sólo saben volver
IX Premio de Poesía Hiperión
viernes, 21 de diciembre de 2012
ALEJANDRO CÉSPEDES - FLORES EN LA CUNETA
¿TE GUSTA CONDUCIR?
Teje la araña.
Espera.
Ha colgado los hilos de su red sobre
l a t r a n s p a r e n c i a d e l e s p a c i o
Cuando palpite el centro de la diana disparará su
dardo. Envolverá a su presa. Aún viva, consumirá los
últimos latidos agitando unas alas que saben que no
tienen destino
Tejen su vida
Corren
Van colgados
The Killers a tope
Beben
Fuman
Vuelan
ciento veinte caballos
aspiran rayas blancas
sobre una carretera
Desconocen
que en esa
t r a n s p a r e n c i a d e l e s p a c i o
Hay una red tendida
esperando que el centro
de su diana,
a punto,
se dispare.
El dardo nunca ignora
su destino.
En su aguja reside
la certeza.
Alejandro Céspedes
Flores en la cuneta. Poesía Hiperión
Etiquetas:
ALEJANDRO CÉSPEDES,
Poetas asturianos
sábado, 21 de julio de 2012
ALEJANDRO CÉSPEDES - URGENCIAS
URGENCIAS
Este beso ya no podrás negármelo.
Jean Arthur a Gary Cooper, muerto.
Durante tanto tiempo imaginé,
entre tantas lecciones, ejercicios,
preguntas que, sabiendo la respuesta,
yo te hacía para que me miraras,
para poder rozarte, para olerte,
tantas veces jugué a cosas horribles
sólo para que me acabases eligiendo
aunque fuese al final, el último,
cuando ya no tenías más remedio
porque nadie quería que estuviese en su equipo,
incluso en ese instante tenías que mirarme,
señalarme, decirme: ven aquí,
después ya buscaría yo el momento
adecuado para que tropezásemos,
o para que pasases tu brazo por mi hombro
o me hicieses un gesto, compañero.
Todo cuanto aprendí, todo lo que hice bien
y mal, cuanto no hice, lo que soy
y no soy es por tu causa.
Si tú supieses lo que yo he fingido
por amarte, para que no supieses
cuánto era mi deseo y no asustarte,
si supieses cuántas noches en vela,
cuántos días en celo, cuánta fiebre,
cuánta pasión que nadie comprendía
por correr al colegio, incluso enfermo,
y en todos mis insomnios yo pensaba:
si me besase ¡uf! si me besase.
Durante tanto tiempo imagine
ese instante, un solo beso, uno,
solo rozar los labios.
Pero eras tan ajeno a mi claudicación
y yo tan transparente a tu mirada...
Y mírate aquí ahora, en esta UCI,
sin saber quién soy yo ni tú quién eres,
sin saber que esta bata de enfermero
también es por tu culpa,
que dependes de mí
en el único instante que nunca imaginé.
Yo, que siempre pensé que moriría
si te viese desnudo, si tuviese
estos labios tan cerca, con que solo
mezclásemos saliva, con tocarte
sin que te me escapases y ahora mismo
son tuyas mis heridas, todas ellas
se abren con tu sangre y yo no puedo
frenar tu escapatoria
hoy que precisamente te me entregas.
No hay vendaje ni amor ni fingimiento
que pueda suturar estas heridas
que te están vaciando entre mis manos.
Tantos años imaginé tus manos
y las mías debajo del pupitre
y el desertar de todas las cautelas
y entre el miedo ir cayendo en tu boca
y otra vez te me escapas.
Como olvidar el rictus de tu beso
en otros labios,
cómo tu nombre estéril pronunciado mil veces,
cómo olvidar mañana
que tu cuerpo desnudo y accesible
hoy se me está muriendo entre las manos.
En qué abismos caeré infinidad de veces.
Sensación repetida
que vuelve de la infancia
ávida
de no haber poseído lo más fácil.
Este beso ya no podrás negármelo.
Alejandro Céspedes. Sobre andamios de humo.
Ediciones Vitruvio
viernes, 1 de julio de 2011
ALEJANDRO CÉSPEDES - LAS PALOMAS MENSAJERAS SÓLO SABEN VOLVER
Yo también fui un dios joven
y aprendí a caminar sobre las aguas.
Pero a aquella inocencia
la sujetaba un nudo de promesas.
No existía el recuerdo
y la memoria era
esplendor en la hierba todavía.
La vida era ilusoria.
Después se hizo real, y ahora ya es cíclica.
Paloma mensajera
que únicamente sabe
volver, una vez suelta, hacia el origen.
Lo mismo que el recuerdo,
ya no sabe avanzar, sólo regresa
y me arrastra con él.
En su obsesión repite:
son los seres que fui los que me aguardan.
El recuerdo es un viento
que erosiona la magia de los días.
He aprendido muy tarde
cuánto reseca el sol de la memoria,
cómo eclipsa su óxido
la luz de la mirada,
con qué zarzas restriega nuestros labios.
Se va agostando todo
y se arruga el deseo entre las horas.
Maquillar las palabras,
recomponer caricias,
no acallará los ecos del pasado.
Del tiempo somos huéspedes,
él edifica nuestra anatomía
con sueños anudados
que al aflojarse abren
sobre la piel profundas cicatrices.
Emigran a la infancia
los pájaros que anhelan paraísos.
Sólo queda la ausencia.
Recolectar los astros luminosos
y azulejar con ellos
los sueños extinguidos
no tapará las grietas de la vida.
Después llega el recuerdo
ajado del continuo manoseo.
Como un perro perdido
yo me afano y me obceco
relamiendo unas latas ya vacías.
El agua hunde mis pasos.
Se nubla el esplendor que hubo en la hierba.
Palomas mensajeras
vuelven hacia el pasado
para llevar semillas de memoria.
Alejandro Céspedes. Las palomas mensajeras sólo saben volver. Poesía Hiperión.
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