...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.
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jueves, 28 de junio de 2012

MIGUEL ÁNGEL VELASCO - A UN VIEJO PAR DE GAFAS


A UN VIEJO PAR DE GAFAS


Me da pena tirarlas.
Esas gafas de concha en el estante
fueron ayer mis ojos. Vi con ellas
el verde amanecer, la noche en ascuas,
las lombardas azules.
Y esas dos turmalinas imposibles
de los ojos de Veva.
su puente se ha gastado con el roce
de mi nariz, que estoica ha sostenido
su abultado cristal.
Las ha gastado el sol, la lluvia, el tacto.
Han sentido el capricho de la vida
en el latido oscuro de mis sienes.
Al despertar, mi mano, desde siempre,
tanteaba confiada en la mesilla
con un gesto instintivo.
Varias veces al día el puntual rito
de repasar las lentes con un paño.
Por la noche, el cansancio
les doblaba las alas sobre un libro.
Ahí están, rotas,
una cosa que ocupa
su lugar entre otras
que una terca costumbre no consiente
en dejarse usurpar: pétalos secos, piedras,
un calendario antiguo
con círculos en torno a algunas fechas
que tuvieron sentido,
ese rotulador que hasta ayer noche
escribía palabras...
Cuantas cosas menudas nos fabrican
la ilusión de lo mismo.


Desde un rincón me miran silenciosas.
A veces, si un pespunte
de sol da en su cristal,
sorprendo en el reflejo
todo un cielo de bruces.

domingo, 15 de mayo de 2011

HISTORIAS DEL HIELO. MIGUEL ÁNGEL VELASCO



HISTORIAS DEL HIELO


Las crónicas nos hablan
de aquella brava rusa, casi niña,
que murió combatiendo al invasor.
Por la mañana el sol la descubría
bajo la nieve, fresca:
grandes ojos azules y, desnuda,
toda su gracia intacta;
los brazos muy abiertos, como para el amor.
Las tropas se paraban a admirar
esa forma esculpida por la mano
brillante del invierno. Más de uno, 
aquella misma noche,
montaría a una puta pensando en la muchacha.
No muy lejos,
entre gritos de júbilo,
los niños se arrojaban valle abajo,
a lomos de soldados congelados,
jugando a los trineos.


Miguel Ángel Velasco. El Último Jueves 15 años Poesía on the road (Calima ediciones, 2011)

jueves, 13 de enero de 2011

ROMÁN PIÑA - EL VELLOCINO DE VELASCO





EL VELLOCINO DE VELASCO


Hola Manolo, vengo del tanatorio.
Poca gente. Ningún político.
Su ex, con un niño de unos 3 años.
No la he reconocido.
15 años me velaban su escandalosa belleza.
Isabel Escudero leyó varios poemas junto al ataúd abierto.
Yo llegué tarde. Solo para ver llorar a la madre,
sentarme ante el féretro cinco minutos
y luego bajar al horno
Estaba muy guapo Velasco.
Me dicen que en Valencia le harán un homenaje.
"Últimamente estaba con la cara punzante, escamada,
se le han quitado las máscaras del terror" (Escudero)
Su amigo Quique ha dicho que no estaba tan deprimido,
algo triste solo.
Me he acordado todo el tiempo de tu poema "crematorio".
"Adiós amor, adiós amor" (su madre, Consuelo,
acariciando la madera de la caja
camino de la puerta del horno)
Antes le dijo un funcionario: "mire, el crucifijo lo quitamos,
el ataúd se quema como el papel, no queda nada,
pero le ponemos encima esta ficha incombustible 
con este número, 341. Y aquí tiene otra ficha
para usted. Mañana cuando venga 
a recoger las cenizas, nos entrega la ficha 
y nosotros le daremos la urna. Pero no nos diga
vengo a recoger al 341, no, usted
nos diga que viene a buscar
a Miguel Ángel  Velasco, usted llámelo
pro su nombre a su hijo"
El poeta tenía un grueso abrigo de piel
forrado de lana, tan largo y pesado
que parecía abarcar al mundo entero,
un manto protector
que era prolongación de sus cabellos.
La ficha roja 341 iguala las cenizas
a un abrigo que se deja en consigna
en la recepción de un museo o un hotel.
La ficha la inventaron para convencernos
de que ésas son nuestras cenizas,
de que que ningún alma se pierde
en el anonimato de las llamas.
La madre que recoge en su regazo 
al niño recién alumbrado, y lo reconoce suyo,
quiere saber que es suyo también y no de otra
el resto que esa urna le reserva.
Pero yo sé el secreto de Consuelo.
Ella tiene la verdadera lana, las raíces
de ese manto divino y blondo
que iluminó los campos azuzado por  los vientos.
Ella tiene el tesoro, las guedejas y el alma
recogidas despacio, año tras año,
como algodón con manos dolorosas,
y lo acerca al oído, y lo huele y lo airea
y lo abraza cada noche en su lecho.

El vellocino de Velasco. Poema escrito a partir de un mail que el autor le envió al poeta Manuel Vilas la noche de la incineración de Miguel Ángel Velasco.
Publicado en la revista literaria La bolsa de pipas nº 80

martes, 5 de octubre de 2010

MÁS MIGUEL ÁNGEL VELASCO. MÁS Y MÁS



MUCHACHA EN EL ANDÉN

Sucede que dejamos de amar a una mujer,
y asestamos el golpe, ese puñal
que la vida nos tiende.
No es preciso aprenderlo:
el gesto lo sabemos de memoria.
Y no hay contradicción en que, aun haciéndolo
sin flaquear, sabiendo que no puede
ser de otro modo, porque así lo manda
la ley seca del tiempo, 
no vaya uno a sentirse mientras tanto 
un perro. Sin embargo
ni siquiera las lágrimas acuden,
será porque sin duda el tiempo enseña
a guardar una extraña compostura.
No hay culpables, pensamos, buscando convencernos,
la vida nos arrastra a su traición;
acaso la vez próxima me toque
a mí sentir el hierro.
Y allí se queda ella,
un saúco menudo en el andén, 
un pétalo mojado contra el cielo
de cemento y de plomo;
el brazo a medio alzar,
ondeando su mano
como una mariposa entre dos trenes.


Quién sabe si el infierno
no habrá de ser un día un sucio andén
y una muchacha pura que nos mira, 
que nos mira sin tiempo.


                 ***




LA VISITA


Pude haberme quedado un poco más
pero ese día
-el calor, el cansancio
de tantas tardes de hospital, la atmósfera
desolada de aquella habitación- abrevié la visita,
y me marché a un burdel: la carne busca
afirmarse al contacto de la ruina.
Me privé de ese modo
de un rato más contigo;
quién me lo iba a decir, a una semana
tan sólo de tu muerte.
Quién sabe si esa tarde
me habrías dicho algo necesario,
esa palabra acaso,
largo tiempo guardada, que ilumina
alguna zona oscura,
la que después en la memoria alienta
como un terso legado. Sin embargo
nos privé de esa hora.
Y en el burdel no me gustó ninguna.


                  ***


LA FOTO


Hoy te cuesta mirarla,
verte ahí entre los dos, padre y abuelo,
bien plantado y erguido, rodeándolos
con los brazos: al uno,
cetrino, con aspecto fatigado;
el otro ya un anciano, mas con aire
todavía animoso.
Abarcándolos a ambos, con el gesto
del que cediese el paso,
del que frente a una puerta les dijese:
no faltaría más,
vosotros por delante.
Casi parece como si, con una 
presión imperceptible, los hundieras,
los hundieras despacio.
Al abrazo le falta
esa delicadeza necesaria
para ceñirte a ellos,
para agacharte algo,
para ser más con ambos una sola
carne bregada por la misma mano.


Pero no, aún era pronto
para saber el tacto,
para saber toda la derrota
de que es capaz un cuero.
Y así, enarcas las cejas,
miras al frente con mirada dura,
esbozas tu sonrisa lastimosa
de muchacho seguro. Y en tu traza
se yergue la jactancia del guerrero
que ensancha ufano el pecho y abarca,
uno de cada lado, con un aire
extraño de trofeos.

LA MIRADA SIN DUEÑO (ANTOLOGÍA)  RENACIMIENTO

sábado, 2 de octubre de 2010

HA MUERTO MIGUEL ÁNGEL VELASCO





MIGUEL ÁNGEL VELASCO HA MUERTO.









PARTIÓ COMO SAETA FIEL HACIA ALGÚN SUR DE LUZ
Y BOGA DICHOSO EN LA FLECHA DEL VUELO.
DESCANSE EN PAZ.



LA TREGUA
                                          A Carlos Marzal

Esta noche
todos somos iguales en la plaza,
desparramados cuerpos a la espera
de ese rey mago
que escupirá sus bolas de heroína.
Toda la turba acude a la calleja sórdida
y el monarca administra taciturno
la medida ración de muerte en vida.
De nada sirve hoy el láudano del verso,
ni las habitaciones de la música:
te han mirado unos ojos sin amor.

Llegan figuras ávidas
de hombres destruidos y mujeres ajadas.
Te observan extrañados los parias de este mundo
porque en tu rostro aún faltan los estigmas
del alma condenada a su veneno.
Pero esta noche eres
igual a todos ellos, sólo un grano
de este seco racimo que se agolpa en la acera.

Bultos oscuros en los soportales,
con brillos de papel de plata fría
por donde corre trémula la gota
que unos labios persiguen anhelantes,
y al aspirar el humo
se anega el cuerpo en su placenta antigua.

Te alejas afanoso,
tu porción de letargo en el bolsillo,
y sales a la arteria donde bulle,
en la noche del sábado, la multitud festiva.
Te miran unos ojos
al pasar, y no saben
que en tu puño apretado va una tregua
de sombra con la vida.

                
            ***


LAS GARZAS

                                         Para Angelika


Las vi al cruzar el puente, en un rasguño
de la noche cerrada; trascurrían
en formación precisa,
un sereno triángulo
como flecha segura que apuntara
al corazón del sol adivinado
más allá de la niebla,
tatuaje rojo inscrito en el calor
del territorio propio entre las alas.
Batían en la fe de un solo pulso
el plomo de los cielos, sacudiéndose
las bajas nubes tardas.
Volaban de memoria aquellos pájaros,
fantasmas de pureza con la mirada fija
en la línea de acero de una ancha tierra santa.
Quedé como imantado
en toda mi estatura a la alta aguja
de su navegación, mientras seguía
con los ojos errantes el vector de su rumbo.
Al cabo, la bandada
fue mullendo su esquema en una mecha
de bruma, hasta perderse
en la tinta del cielo.
                                ¿A dónde irían
las garzas? Sólo sé
que algo de mí partió
como saeta fiel aquella noche
desde el arco del puente;
algo de mí se fue y boga dichoso
hacia algún sur de luz en la flecha del vuelo.

Poemas del libro La miel salvaje, Colección Visor de poesía

XV PREMIO INTERNACIONAL FUNDACIÓN LOEWE DE POESÍA






           

MIGUEL ÁNGEL VELASCO