...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.

viernes, 22 de mayo de 2015

LUIS GARCÍA MONTERO - CUATRO CANCIONES



CANCIÓN SIN NADIE

En el décimo B
no amanecen los días y las noches
ya no tienen un sueño para el amor o el miedo.

Tras las ventanas sucias,
de la mujer ausente nadie sabe.
Sus paredes la dan por desaparecida.

Una mujer ausente
y el cisne negro de la soledad
que se posa en un lago de luz desalquilada.

Ya nadie sabe nunca. 
Pero alguien que pasa sin saber
piensa que el viento flota con olor a cerrado.

*****

CANCIÓN UMBRÍA

Como una flor de plástico,
como el cielo se apoya en la ventana
más fría de un hotel,
es así nuestro tiempo,
almacén de capítulos borrados.

Se marchita la rosa de un dormido,
porque nada lo espera
y están vacíos los asombros
y el gris sobrecargado de la tarde
no tiene invierno ni tendrá verano.

Frágil la eternidad
que no soporta el peso de un afecto.
Extraña flor de plástico,
nuestro tiempo es así,
descaminado.

*****

CANCIÓN DESALOJADA

Sí,
tú conoces la tarde que se cae
por ley de gravedad de quien la mira.

Y conoces su luz,
devaluada, fría,
como un cristal sin ánimo.

Oyes que son las siete.
Desde la superficie metálica del mundo,
todo está envejecido.

Porque la tarde cae
como una forma de sabiduría,

y es también una edad,
una balanza fatigada,
donde la vida empuja más que el peso de un sueño.

Y va la tarde todavía
cayendo más aún, más tristemente,
con ese desmayado color de las preguntas
sin respuesta,
que es el color del tiempo,
el color de los viejos autobuses
cruzando la ciudad.
                               Son como tardes
y arrastran viejos su pintura ambigua.

Por eso estás de espaldas,
mirando hacia el vacío como todos,
desventurado, anónimo,
en medio de la espera que conduce
tus pasos a la noche:

y ya no sabes
si será la noche

una forma difícil de la luz,
una interrogación desalojada
o simplemente soledad y frío.

*****

CANCIÓN NIEBLA
De pronto le vuelve el sueño
del hombre que ya era otro.

Si va a buscarla en su coche,
del coche se baja otro.

La sombra de la escalera
sube con pasos de otro.

El timbre, la mano fría
y la sortija de otro.

Cuando ella le abre la puerta,
quien cierra la puerta es otro.

Nada tiene, sólo el sueño
del hombre que ya era otro.


*****

Las flores del frío
Luis García Montero
Tusquets Editores


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