VOLUNTARISMO VEGETAL
Algunos arbustos, algunos árboles se adelantan siempre a la
primavera. Almendros, retamas, ginestas, endrinos, albarico-
queros: vuestra floración temprana no se apoya en ninguna
constatación, sino que supone un arriesgado acto de fe, una
ferviente apuesta para que el acontecimiento esperado final-
mente sea. Apuesta donde os lo jugáis todo: alguna hela-
da de marzo ¿no acabará abrasando los audaces brotes
expuestos? Uno puede abrevarse en la abstracta sombra
dulcísima que proyectáis estos días, tan nutritivamente.
Hay algo de ese voluntarismo irremediable en todas las bús-
quedas que atina a emprender el ser humano.
***
BLANCA VELA SIN NAVE
Para la gatita Greta, que navegó por semejantes aguas
Una vela blanca que lleve más allá de la fragmentación del sue-
ño, más allá de los aromas intrincados, más allá del Tiempo den-
tón y mayestático. Una vela blanca amplísima, sin porqué y sin
mañana.
Una vela semejante a la idea de la celebración, abstracción no
abstracta, vela exenta donde se materializa toda la voluptuosidad
marina de un planeta que no conociese borrascas ni galernas.
Dime por qué das en pensar sobre la muerte en un momento así.
Quién no ha deseado algo semejante. No por desplazarse a nin-
gún lugar, nada más que por ver henchirse la vela. Esa vela sin
nave que sólo ha de rendir cuentas al sol. Con ella voy ahora,
¿vienes conmigo?
Jorge Riechmann. Conversaciones entre alquimistas
Tusquets Editores.
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