...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.

viernes, 17 de noviembre de 2017

MARIO VEGA - AL UMBRAL DE LAS HORAS



Mi juventud lograda en tantos años,
mi rebeldía, mi inocencia intacta
las perdí en el instante
en que tomé la grave decisión
de medir estos versos
y entregártelos libres de ceniza,
sin las manchas que poco a poco, lento,
el paso de los días va dejándonos;
sin aquellas palabras que me llevo,
que arrastro y me hacen ser umbrío, necio,
y transido de vida.

*****



CARPE DIEM
    
                               A Lorenzo Roal

Apenas quedan los recuerdos tristes
que desmigábamos en el pasado. 
Hoy tan solo perdura en la memoria
la fresca juventud de ciertos labios
y el volcán de inexpertos cuerpos tibios
manando de las noches de verano.

Escaso calculábamos el precio
del lento transcurrir de nuestras vidas,
sentados a la sombra de aquel árbol
probando de la fruta más prohibida
que pasaba por nuestros ojos niños,
creyendo indestructible la clepsidra.

Pero visto por fin el reloj roto
del exceso asumimos consecuencia,
siendo cada vez menos, más amargos,
rendidos a este raudo latir, queda
solo para salvarnos un camino:
vivir una segunda adolescencia.

*****

AL UMBRAL DE LAS HORAS

Antes de atardecer
en este largo muelle llamado juventud
vemos desenrollarse un denso lago
en el que al fin, un día, moriremos.
¿Pero de qué nos sirve
acechar el momento entre las aguas,
pararse a lamentar
el vespertino luto de las rosas
y el aire enrarecido,
acíbar de recuerdos y nostalgias?
De qué nos sirve –digo–
si aún el tiempo nos reclama a veces,
nos recuerda que ésta es nuestra historia,
que nuestros actos últimos se encuentran
al umbral de las horas,
esperando en la noche, recogidos, 
como un sordo dolor de llanto y vida.

Pero la vida se presenta aún
flexible a los ataques de cordura,
dispuesta a imaginarnos libres, pues
la vida es bella en su imprecisa calma.
–Volved, mirad el lago nuevamente–
un ciervo bebe desgarrando el agua,
batiendo ondulaciones,
y en sus astas despunta un ocio de luciérnagas.

Nunca podremos empuñar las horas
pues el tiempo es un arma
capaz de destruir hasta a los dioses.

Alegraos.
              Todavía no hemos muerto,
nuestros nombres perduran.
Aún tenemos recuerdos del amor,
–remoto y tan lejano como un pájaro–
aún nos queda sangre que verter,
no es aún el crepúsculo, no es hora
de hundirse como el sol en estas aguas
porque también nos queda
–de ser aún posible– la conciencia.

*****

EPÍLOGO

Detrás, detrás del mar.
Detrás de los naufragios y mareas,
de las cálidas manos del desierto
o el hálito del trópico, de juncos,
montañas, selvas, hielos;
se encuentra en una playa, observando
con ojos infantiles el ocaso.
Detrás, detrás del mar.


Mario Vega
Al umbral de las horas
Valparaíso Ediciones

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