...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.

lunes, 26 de marzo de 2018

CHARLES SIMIC - APOLOGÍA DE LA PEREZA Y LA OBSERVACIÓN



Gente comiendo el almuerzo
Y pensando a cada bocado,
o eso parece, sentados como están
en el mostrador del café, mordiendo
sándwiches gigantes, masticando
y deliberando con cuidado antes de tomar 
otro pequeño sorbo de sus refrescos.

El camarero con el pelo castaño 
que toma nota se ha parado a reflexionar
con un lápiz detenido sobre su cuaderno,
el tipo con la gorra de béisbol azul
y la mujer con gafas oscuras
están completamente desconcertados
mientras remueven y remueven sus cafés.

Si levantaran la vista, podrían ver
al mismo Sócrates inclinándose sobre la parrilla
con un delantal blanco manchado y con un sombrero
hecho con el periódico de ayer
dándole la vuelta filosóficamente a una tortilla
en una pequeña sartén quemada por el fuego.

*****

Magde prepara tu tetera

Estamos siendo embaucados,
eso es bastante obvio.
Los abejorros están haciendo sus rondas,
el gorrión solitario
salta de un lado a otro con aire despreocupado
frente al gato tigre
despatarrado sobre la hierba nueva.

No hay nada de lo que preocuparse,
susurran las hojas. 
Tu propia sombra se sienta en silencio a estudiar
una tela de araña vacía.
Dos hormigas que arrastran un grillo muerto
a un cementerio de grillos
se han detenido para rascarse la cabeza.

*****

El secreto de la habitación amarilla

La pereza es lo mejor. Recostarse en el sofá 
vestido con una bata china
con las ventanas abiertas al calor,
la brisa despertando a las hojas.
Las moscas adormecidas en el techo.

La suave quietud de una tarde de verano,
como flotar con los ojos cerrados
boca arriba en un estanque
a rebosar de lirios de agua
e inhalar su aroma mientras se acarician.

La luz y la sombra se entretienen
en el techo, las hojas suspiran una vez,
después, ni tan siquiera eso.
Estupor majestuoso. Perturbado sólo a medianoche
para encender la pequeña lámpara amarilla.

*****

El gran casino

Casino del cielo
iluminado por estrellas de verano.

Esa es la máquina de discos del alma,
nos dice el viento de la noche.

Pero al preguntar qué monedas echarle
nos saluda con silencio pasmado.

*****

Charles Simic
Pícnic nocturno
Valparaíso Ediciones

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