Cuéntamelo
otra vez
Cuéntamelo
otra vez,
es tan
hermoso
que
no me
canso nunca
de escucharlo.
Repíteme
otra vez
que la
pareja
del
cuento fue
feliz hasta
la muerte,
que
ella no
le fue
infiel, que
a él
ni siquiera
se
le ocurrió
engañarla. Y
no te
olvides
de
que, a
pesar del
tiempo y
los problemas,
se
seguían besando
cada noche.
Cuéntamelo
mil veces,
por favor:
es
la historia
más bella
que conozco.
***
Galatea
No
sabía qué
hacer aquella
tarde.
Tú
estabas enfadado
y no
querías
salir.
Me fui al
Parque del
Oeste
y
estuve paseando
mucho rato
sin
encontrar un
alma. En
el invierno
casi
nadie pasea
por los
parques.
No
pensé nada.
Me senté
en un
banco
y
encendí un
cigarrillo. De
repente
un
hombre joven
se sentó
a mi
lado.
Le
miré y
vi que
había un
solo ojo
en
mitad de
su frente,
un ojo
oscuro,
tristísimo
y brillante.
Me miraba
como
pidiendo ayuda,
suplicando.
Ninguno
de los
dos dijimos
nada.
Él
miraba mis
ojos y
yo el
suyo.
En
silencio empezó
a llorar
despacio,
se
avergonzó y
se fue.
Yo no
hice nada
por
detenerle. Tú
no te
creíste
ni
una palabra
de esta
historia, pero
yo
me lleno
de angustia
y de
tristeza,
aunque
quiera evitarlo,
si recuerdo
al
cíclope del
Parque del
Oeste.
***
OTRA PUERTA GIRATORIA
Resulta que la
vida no era solo empujar,
ni un juego de
dudosos espejismos.
No había que
perderse dando vueltas
en una puerta
giratoria,
ni desconfiar de
todos los reflejos,
ni creer cualquier
cosa sólo porque
la imagen parecía
verdadera.
Había que
encontrar el punto justo
donde azar y
destino son lo mismo,
el exacto momento
en que la puerta
giratoria te
ofrece una salida.
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