...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.

viernes, 31 de octubre de 2014

JESÚS URCELOY - POEMAS



Libro primero
1.

Yo, ego, pecador
de una nueva clase de blasfemia,
que fustigo las noches con mi pluma desoyendo los
gritos y las murmuraciones,
que reduzco a palabras las gotas del odio sobre el
rostro desnudo de un blanco papel,
que derribo tus ojos y avanzo, ruego, habito,
el sueño de esta noche de verano
que no es verano:

yo, pecador,
me absuelvo en nombre de mi Dios cosmopolita,
que no lo puede todo pero hace lo posible,
demostrando su esfuerzo y buenas intenciones.

Así sea, 
y perdonad porque Él y yo 
así seamos.

******

12.

Y yo aquí, como siempre cargado de bolígrafos.

Los médicos sortean al pasar mi pie, me recomiendan
dejar pronto el cilicio, la santa acupuntura,
o si no que mi esposa deje ya de clavarme las uñas por la espalda
cuando, al parecer, funciono.

Mis amigos lamentan comprensivos mi torso
y me dan golpecitos amables con mano dura,
afirmando seriamente el obsequio;
y yo aunque en el fondo quisiera abofetearles
me contengo la rabia
y permito que tire por ella descuidado el café casi 
hirviendo el camarero,
como en un tropiezo que yo sé fingido.

Aguanto que los niños por percherón me tomen,
me cabalguen airosos por toda la casa;
mi esposa me declara con un gesto indecente que les doy
mucho mimo,
que a ver si soy imbécil y no advertí que estaba
recién fregado el suelo,
ve de vuelta al quiosco, que te han visto la cara
y te han dado el periódico de ayer...
Y yo entonces me aplico tres minutos de llanto,
tres horas, tres mil siglos entre libros y versos.

Ella no siempre, pero a veces me pide perdón.
Yo a veces, no siempre, le perdono,
pues conozco mi culpa, mi desgracia sin mundo,
y el montón de bolígrafos que duerme en mi
bolsillo.

******

Libro segundo

28.
(Diagnóstico)

Si llegando a su casa escuchó voces, 
ruido de pasos, alguien que subía la escalera con signos
de dolor,
un roce en el rellano, un beso suave,
recuerde si esa vez entre los libros
dejó uno abierto, sin leer del todo.

Si no es el caso, ya que simplifica los tratos con las letras,
memorice el bar donde bebió la última copa;
si la conversación que aquella gente ruidosa
mantenía le cansaba,
si no le dijo adiós al camarero,
si tenía lo ajeno por trivial.

Pudiera ser el caso que pasee últimamente poco,
o se refugie bajo trenes de escaso recorrido,
hable con los raíles,
bese el frío de sus labios,
y no comprenda nada
cuando aturdido vuelva a su trabajo.

Puede que a su memoria no le importe,
no conceda atención más que al presente,
o al instante por ver.
Si esto le ocurre,
sepa entonces que el alma se le enfría,
y que en los falsos límites del aire
alguien vela un amor que desconoce.

¿Su dolencia?
Vivir. Es incurable:
va a acabar con usted un día de estos.

******

Jesús Urceloy
El libro de los salmos
Devenir

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