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...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.
sábado, 31 de enero de 2015
BENJAMÍN PRADO - ESCRITO EN LISBOA - YA NO ES TARDE
ESCRITO EN LISBOA
Decía que se escribe porque existir no basta
y que él pasó de incógnito a través de su vida;
que ser poeta era su forma de estar solo
y que se sintió siempre
vencido igual que alguien que sabe la verdad.
Al lado de su estatua
le he contado a María que Pessoa soñaba
estar lejos, aparte de quien era;
que construía ruinas
y que algunos lo llaman
el arquitecto inacabado.
Creía que esconderse era ser libre
y que cerrar los ojos lo apartaba del miedo:
–Cambia por vino el dulce amor que no tendrás.
Ayer vine a Lisboa
porque era la ciudad de ese hombre triste
que sólo peleaba para huir del combate;
que pensó que quien calla es dueño del silencio;
que no necesitaba más que siete palabras
para contar su historia:
envidio a todos porque no son yo;
y hoy me marcho seguro de que no cambiaría
sus versos negros por la marca blanca
de tu anillo en mi piel.
Prefiero estar contigo y que me olviden
a escribir una obra maestra en la que cuente
que aún no te he encontrado
o que ya te perdí.
*****
Benjamín Prado
Ya no es tarde
Colección Palabra de Honor
Visor Poesía.
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Me evoca un poema de Saiz de Marco que tenemos publicado en ZdeP:
ResponderEliminarCoincidieron en el mundo a la vez
así que podrían haberse reunido
y Machado diría
-yo soy triste desde que murió mi mujer
de tuberculosis con 18 años
y Kafka explicaría
-yo soy triste a causa de mi padre
era tan despótico y despreciativo
y Proust por su parte
-yo creo que soy triste por culpa del asma
y entonces Pessoa
-pues yo soy triste por nada en concreto
nací triste, eso es todo
Y luego se habrían despedido
-adiós, Fernando
-Marcel, buenas noches
-hasta más ver, Franz
-fue un placer, Antonio
se habría marchado cada uno a su hotel
y en la soledad, con una hoja en blanco
se aplicarían a escribir
sin reparar en sus ojos de pronto encendidos
sin atisbar ese extraño rictus de alegría
sin entrever su propia
felicidad