Me miro el pie.
Mi pie solo.
La casa es un enorme vacío
donde aparece mi pie.
La noche y mi pie.
No hay luna ni
alcanzo a encender
la radio. Mi pie blanco.
Mi pie hace más ruido
que todo el edificio junto.
Y llora. Y ríe. Y grita.
A mí lo que me gustaba era tu pie.
Mi pie llorón y veraniego y
tan, tan solo.
Infinito
Estoy en el
coche y
parado en un
semáforo
escucho por la
radio
cómo algunos
científicos
aseguran que el
infinito
es cinco veces
mayor.
5 veces mayor.
Se lo digo al
vendedor de pañuelos.
Se lo digo al
de los periódicos.
Se lo digo al
que intenta
limpiarme el
parabrisas.
Parece no
importarles.
El infinito del
paro y todo eso.
5 veces mayor.
¿Y ahora?
¿Qué coño hago
ahora yo
con mi
infinito?
***
Entonces voy y
muevo la
montaña
pero tú sigues
diciendo
¿cómo vamos a
llegar
a final de mes?
Madrugada del sábado.
Mi hermano
entra en el comedor
con las venas
abiertas.
Mi padre y mi
madre duermen.
Hay sangre por
todas partes,
en el pasillo
en el baño en las mesas.
Hay sangre por
todas partes,
en su cara en
mis manos en las camisetas.
Cojo dos
toallas y
se las abrazo
ato aprieto a cada brazo.
Ayúdame, dice.
Mi hermano pequeño.
Es un toro
herido
es un corazón
partido
es un alma
ensangrentada.
También me he
metido 37 pastillas
murmura, por
dios por lo que más quieras
no te duermas,
ahora no te duermas.
Y despierto a
mis padres y con madre
nos vamos hacia
urgencias, no te duermas
por lo que más
quieras no te duermas.
Le curan y
cosen las heridas.
Le hacen un
lavado de estómago.
En la
habitación mi hermano duerme azul
el sueño del
suero y los tranquilizantes.
Mi madre está
sentada junto a él,
una mano en su
frente otra sobre una venda.
Es una virgen
pálida que llora al hijo
tumbado en una
cruz inmensamente blanca.
Yo estoy en pie
junto a la gris
ventana y
los turbios
cristales.
Intuyo la luna
roja
la noche oscura
y
el asesinato
del amor.
El río
envenenado de mi hermano.
El bosque
incendiado de mi hermano.
El toro joven
herido de mi hermano.
Me lamo la
sangre seca de mis manos
dibujo un
suspiro en el aire y
pienso
brutalmente en ti.
Ahora recuerdo tus piernas.
Sí. Recuerdo
tus piernas.
Siempre me
miraban tus piernas
y llenaban
todas aquellas habitaciones
de blancura
larguísima, dolor e iniciación.
Me dolían tus
piernas
como duele a
veces
el costado, el
sexo o la cabeza.
Sí, ahora
recuerdo tus piernas
y tengo
nostalgia
de aquel mareo
salvaje
que humedecía
las arenas
inocentes
de la
adolescencia.
Palpando la
desnudez del desencanto
recuerdo ahora
tu desnudez,
aquel brillo,
aquella luz tan sola.
Sí, ahora recuerdo
tus piernas.
Hay tantos días
en los que no
quisiera nada más.
Ya nada es igual.
Las niñas
crecen lejos
la noche se
mezcla con los días
y tú te
acuestas con otro hombre.
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