BHOPAL
Recuerdo que en diciembre de 2009 me encontraba en Moguer, para celebrar, junto a un grupo de compañeros el encuentro Poético Voces del extremo poesía y magia, organizado por la Fundación Juan Ramón Jiménez. Allí le comenté a Antonio Orihuela que hacía 25 años de la tragedia de Bhopal y que aún no se había hecho ningún tipo de justicia.
Pues bien, la “justicia” ha llegado.
Panna Lal Yadav se despertó aquella media noche por los gritos aterradores y el ruido de un tumulto de gente corriendo. Sintió que el aire "se convertía en fuego" y le quemaba ojos y pulmones. No podía ver claramente, pero oía que sus hijos no dejaban de toser. Desesperado, le gritó a su esposa que, al igual que sus vecinos, debían huir. "En las calles vimos cómo la gente caía fulminada como moscas tras ser rociada por los gases. Teníamos que correr entre cadáveres", recuerda todavía turbado.
En la medianoche del 2 al 3 de diciembre de 1984, los habitantes de la ciudad india de Bhopal se despertaron con los ojos, boca y mucosas ardiendo. Muchos salieron a la calle en busca de un aire irrespirable, vomitando y tosiendo sangre, perdiendo los intestinos en la carrera y falleciendo a los pocos metros. El escape de gas de la compañía estadounidense Union Carbide se convertía así en la peor catástrofe química en la historia de India, con 8.000 muertos en una semana, 12.000 en los meses siguientes y más de 120.000 víctimas que todavía hoy sufren secuelas como cánceres, malformaciones congénitas y enfermedades respiratorias
A las pocas horas del accidente en aquella fábrica de pesticidas, el fotógrafo Raghu Rai (Jhhang, hoy Pakistán, 1942) aterrizaba allí, enviado por la agencia Magnum. "Lo primero que vi fueron las personas y animales muertos en las calles. Era el caos, pero sin sonido. Porque la muerte provoca un extraño silencio. Los hospitales estaban llenos de heridos que no podían curar, porque la compañía no daba los datos sobre el veneno del gas y no tenían antídoto"
¿Sirvieron de algo aquellas fotografías y regresar en 2002 para una campaña de Greenpeace? A Rai se le ilumina la cara cuando explica que sus retratos dieron la vuelta al mundo hasta llegar a Nueva York, donde un ciudadano denunció que el ex director de Union Carbide, Warren Anderson, estaba allí escondido. "Mereció la pena, aunque las víctimas han recibido una compensación económica irrisoria y Anderson aún no ha comparecido ante la justicia",
Un juzgado indio declara culpables de "negligencia criminal" y condena a dos años de cárcel a siete directivos de Union Carbide India.- Impone a la empresa una multa de 8.900 euros por una tragedia que ha causado 25.000 muertes
Las víctimas del escape tóxico de Bhopal han calificado de "ridícula la sentencia contra los directivos de Union Carbide y han advertido que el fallo del tribunal revela los "defectos" de la Justicia india y es un ejemplo de que los sucesivos gobiernos indios "no han hecho nada por las víctimas".
Los condenados eran miembros del consejo de dirección de Union Carbide India en el momento del accidente, aunque el presidente de la compañía, el estadounidense Warren Anderson, escapó del país y continúa prófugo de la justicia india.
El veredicto, que llega asombrosamente tarde, ha sido anunciado por el magistrado Mohan P. Tiwari tras 23 años de deliberaciones en los que se han examinado los testimonios de 178 testigos de la acusación y ocho de la defensa.
Para evitar incidentes tras la sentencia se han prohibido reuniones de más de cuatro personas, por lo que no se permitirán manifestaciones, protestas o cánticos cerca del tribunal, según el juez Rajneesh Shrivastava. Los detalles de la sentencia está aun por determinar.
La madrugada del 3 de diciembre de 1984, la fábrica de pesticidas de la ciudad sufrió una potente fuga de gases tóxicos: en total, 42 toneladas de isocianato de metilo (MIC) escaparon en forma de gas de la fábrica estadounidense. Miles de ciudadanos de Bhopal se echaron aterrados a las calles para huir del gas y alcanzar los hospitales, aunque los centros médicos se vieron pronto superados por la situación y muchas personas agonizaron durante horas mientras el aire tóxico penetraba en sus pulmones.
La fábrica quedó abandonada y sin limpiar. En lo que ahora es el centro de la ciudad permanecen más de 300 toneladas de químicos peligrosos -entre ellos DDT- en contenedores que estuvieron desprotegidos hasta hace sólo cuatro años.
Otras 10.000 toneladas de desechos tóxicos siguen enterradas cerca de la fábrica, según las ONG. Union Carbide mantenía unos tanques de evaporación por los que pasaban sus desechos químicos tóxicos y ahí están todavía con toneladas de sedimentos peligrosos.
El desastre del túnel de Hawks Nest
Ocurrió entre 1927 y 1932 en un proyecto de túnel de Virginia Occidental dirigida por Union Carbide. Durante la construcción del túnel, los trabajadores encontraron sílice. A los trabajadores no se les dio máscaras o equipos de respiración para utilizar mientras realizaban sus trabajos en la minería. De acuerdo con un marcador histórico en el lugar, había 109 muertes admitidos. Una audiencia del Congreso colocó la cifra de muertos en 476.
Este no es un blog dedicado a la política o al derecho internacional, sino a la poesía, pero hay cosas que no se pueden dejar de denunciar. Supongo que a gran parte de la “humanidad” estos sucesos le importan un rábano, al fin y al cabo casi siempre ocurren en lugares lejanos y fáciles de borrar de la memoria.
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme a mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
Poema de Martin Niemöller atribuido erróneamente al poeta alemán Bertolt Brecht.
Podría darles la dirección de Warren Anderson, por si alguno de ustedes desea felicitarle las navidades, vive en una exclusiva urbanización en Long Island, Nueva York, pero curiosamente, me preocupa su seguridad.
Fuente de información: El País
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