Seducirte, enredarte, casi engañarte, varar contra la corriente. El instante en que te vienes abajo, en el que aparece una grieta en tu témpano, en que la luz que hay al final del túnel no es un tren de mercancías. Cuando puedo sentir que tu iceberg es de punta roma. Darme cuenta de que todo ha cuadrado, de que estoy en el sitio, en el momento, que va a ser aquí y ahora. Puedo gritar que seré yo quien se lleve el gato al agua. Cambiar mi posición arrodillada mientras te desvisto y rozo la ropa sobre tu piel que se resiste a dejarse pelar. Vértigo vertical, tensión en la pared de agua al reconocer tu pecho pequeño, hermoso y firme en sus convicciones. Reconocer también tu ombligo, en la perpendicular de su consciencia. Llegar a ese punto en el que no sé respirar y todo se precipita. Las curvas, el movimiento, las pulsaciones, los fluidos en ráfagas. Cuando después de rugir, todo queda en silencio. Cuando tú te destensas y yo me hago añicos.
uno. GRIS
El océano era gris. La verdad un cielo negro y arrogante que pronto nos caería encima. Se dejaba reflejar en un mar desbocado, que aguardaba la descarga. Nos encañonaba un chaparrón de plomo mientras levantábamos dóciles las manos. Había que abandonar la playa, llegar a casa y bajar las persianas.
dos. BIEN COGIDO.
De todas las concesiones a la inercia de nuestra vida, la peor es limpiar los zapatos de laburo. No tiene pies ni cabeza, aunque el calzado quede momentáneamente lustroso.
Deberíamos desconfiar de cualquier limpieza en seco. Es la peor patraña para la que nos prepararon. Hacer una cama para deshacerla matemáticamente cada noche es estúpido, aunque reconforta introducirte en unas sábanas estiradas y fresquitas. Mientras esperas a que se vuelvan tibias, el tiempo se mide de otra forma. Reteñir de negro, con una crema que huele a petróleo, cada dos o tres noches los zapatos, no aporta nada, sólo perpetúa. Se puede hacer cada doce horas, pero entonces cruzas la línea que separa la responsabilidad profesional del trastorno. Si la obsesión y la compulsión van a verte de la mano, puedes resultar se todo un genio, un meticuloso asesino en serie, o la mejor herramienta para quien sepa usarla. Lustrar lo que sin duda volverá a ensuciarse, porque se desplaza por el suelo, es hacernos ver con un truco burdo que podemos rechazar nuestra condición de plantígrados, de palmípedos, de señoritos de una tierra que nos encostra de polvo. cuando aceptas eso como verdad, te tienen bien cogido.
Así comienza Cuaderno de Agua, primera novela de Hugo Clemente que mañana Martes 5 de junio a las 20h se presenta junto a el poemario Un hombre desnudo con un kalashnikov de Indio Zammit en la librería La Biblioteca de Babel C/Arabi 3 Palma de Mallorca.
Acudirá a la presentación, mi buen amigo, el editor Roberto Menéndez de Canalla Ediciones.
Aquí tenéis unos versos del Hombre desnudo y de su anterior libro Como un hielo flotando en aguardiente.
Despedida en el Andén
Todas las parejas se besan en el andén.
Yo abrazo a mi única maleta
y me despido de la ciudad
que me jodió el hígado.
Observo, ya desde la ventanilla,
la señal que advierte a la gente
que puede caer a la vía,
no aparece en ella dibujado
el cabrón que te empuja.
***
Mariposas en el estómago.
Polillas en el corazón.
Cucarachas en la cabeza.
Hormigas vena arriba, vena abajo.
Luciérnagas en el reverso de los párpados
poniendo luces al sueño que no llega.
Nunca me preguntes si abres otra cerveza.
No sonrías y me mires,
te lo pido por favor.
De Como un hielo flotando en aguardiente.
***
Has muerto, David,
y ni siquiera sé cual era tu canción favorita.
Ahora no puedo olvidarme de preguntar
a cada uno de mis amigos
cuál es la suya.
***
El cenicero rebosante de virutas de lápices ya afilados
no deja de mirarme
como si me recriminase llevarse siempre la peor parte
se nota que no lee mis poemas.
Ahí,
tan quieto,
con el mal gesto se sus cuatro muescas...
Igual está esperando cigarrillos.
Que se joda.
Un hombre desnudo con un Kalashnikov.
Indio Zammit
Aquí tenéis unos versos del Hombre desnudo y de su anterior libro Como un hielo flotando en aguardiente.
Despedida en el Andén
Todas las parejas se besan en el andén.
Yo abrazo a mi única maleta
y me despido de la ciudad
que me jodió el hígado.
Observo, ya desde la ventanilla,
la señal que advierte a la gente
que puede caer a la vía,
no aparece en ella dibujado
el cabrón que te empuja.
***
Mariposas en el estómago.
Polillas en el corazón.
Cucarachas en la cabeza.
Hormigas vena arriba, vena abajo.
Luciérnagas en el reverso de los párpados
poniendo luces al sueño que no llega.
Nunca me preguntes si abres otra cerveza.
No sonrías y me mires,
te lo pido por favor.
De Como un hielo flotando en aguardiente.
***
Has muerto, David,
y ni siquiera sé cual era tu canción favorita.
Ahora no puedo olvidarme de preguntar
a cada uno de mis amigos
cuál es la suya.
***
El cenicero rebosante de virutas de lápices ya afilados
no deja de mirarme
como si me recriminase llevarse siempre la peor parte
se nota que no lee mis poemas.
Ahí,
tan quieto,
con el mal gesto se sus cuatro muescas...
Igual está esperando cigarrillos.
Que se joda.
Un hombre desnudo con un Kalashnikov.
Indio Zammit
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