SONDERKOMMANDO
Hemos visto.
Hemos oído.
La lengua azul.
el glugluteo.
el olor dulzón.
Los que se quedaban de pie
y había que derribar
con una maza.
Los que todavía gemían
aunque estaban muertos.
Los que perdonaban
aunque estaban muertos.
Los que se abrazaban
aunque estaban muertos.
Hemos visto.
Hemos oído.
Preferíamos no usar las manos.
Los ganchos en el cuello
eran más rápidos
y así no te ensuciabas
(todos se lo hacían encima).
Hemos visto.
Hemos oído.
El siseo del alma
que se trasforma en grasa, y arde.
Los ojos que estallan
azules en el cielo azul
de un día de verano.
La cabeza que tarda más que el resto.
Las cenizas en el río
con el deshielo de marzo.
La mirada incrédula
que hablaba sola
y se mentía sola,
y gritaba y suplicaba y callaba,
todo a la vez,
mientras se quitaba la ropa
y avanzaba hacia dentro.
Hemos visto.
Hemos oído.
Nuestra primera misión
fue ocuparnos de los que nos precedían.
"Comando especial", dijeron,
"igual que vosotros".
Y nosotros seríamos los siguientes.
Nunca decíamos nada.
El bebé que respiraba.
La maquinilla para el pelo
de las mujeres.
Las tenazas, los montacargas.
Las insaciables vagonetas de carbón.
El montón de los dientes de oro.
El montón de las sortijas.
La máquina quebrantahuesos
("el molino", la llamábamos).
Y el loco que violaba chicas muertas
y al que un día tuvimos que matar.
Nunca decíamos nada.
Sólo una vez me atreví:
"Poneos allí. Es más rápido".
Eran mis primos.
Sólo una vez.
Y quizá debería haberme callado.
Eduardo Jordá
Tulipanes rojos
Visor
En los campos de exterminio nazis había unas unidades especiales de presos llamadas Sonderkommando, que estaban obligadas a trabajar en los crematorios, retirando los cadáveres de los presos que acababan de ser aniquilados en las cámaras de gas. Cada cierto tiempo (dos o tres meses) los sonnderkommandos eran eliminados y sustituidos por otros presos, lo que hizo que muy pocos miembros de estos comandos especiales lograran salvarse. Sólo una veintena logró sobrevivir a la guerra y trasmitir su testimonio. Este poema está escrito a partir de lo que leí en los testimonios de antiguos sonderkommandos, como Shlomo Venezia, Henryk Mandelbaum, David Olère, Filip Müller, Henryk Tauber y Daniel Behnamias. Y cito sus nombres, ahora que casi todos han muerto, porque todos merecen ser recordados. Ellos Vieron y oyeron. Y yo sólo intenté explicar en el poema lo que se podía llegar a sentir cuando uno había visto y oído lo que ellos vieron y oyeron.
Eduardo Jordá.
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