La luna me
derribó en el camino.
Me derribó
una y otra vez en silencio.
La luna me
derribó a manotazos
cuando tú no
mirabas.
Las
campanillas, luminosas, susurraban
desde un
arbusto cercano.
La luna me
derribó tres veces
y tres veces
me levanté sin llorar
y no me
viste.
*****
Se convierte
la jarra en agua. Permito
que se
derrame en la mesa, incapaz
de
interferir, y gimo cada vez más alto
temiendo que
me oigan los de fuera.
Me he
convencido de que soy un chorro.
Me he
convencido de que soy un perro
y la
voluntad
una nube que
pasa por mi ojo.
*****
El perro se
acerca aunque parece que caminara hacia atrás
Se arrima,
mueve la cabeza como si negara.
Olfatea. Te
olfatea.
Arrima el
lomo.
El perro no
quiere hablar porque cualquier palabra es
humillante,
pero no puede huir.
Ni aunque
levantes la mano de repente huirá, sino que
temblará
como un andamio de cuerda.
Porque así
es el perro.
Tú espera.
Verás cómo
vuelve.
*****
Una vez fui
al psicólogo.
Le dije que me
hipnotizara para dejar de fumar
y él saco un
libro y siguió instrucciones.
Entonces le
dije que, ya puestos, si no subía mucho el precio
me hiciera
dejar de beber
y estuve a
punto de pedirle que me hiciera feliz,
pero me dio
vergüenza.
Era bastante
barato.
Creo que yo
era su primera paciente.
Me pidió que
imaginara que era una niña y que estaba en un desván
aunque quizá
puse eso de mi cosecha.
En seguida
empecé a llorar.
Él estaba
tan sorprendido.
No sabía que
lloro con facilidad.
A lo mejor
decidió dedicarse a la hipnosis.
De todos
modos no volví.
Pagué y
seguí fumando y bebiendo
y perdí la
confianza en la psicología.
*****
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