LOS ÁNGELES COLEGIALES
Ninguno comprendíamos el secreto nocturno de las pizarras
ni por qué la esfera armilar se exaltaba tan sola cuando la mirábamos.
Sólo sabíamos que una circunferencia puede no ser redonda
y que un eclipse de luna equivoca a las flores
y adelanta el reloj de los pájaros.
Ninguno comprendíamos nada:
ni por qué nuestros dedos eran de tinta china
y la tarde cerraba compases para al alba abrir libros.
Sólo sabíamos que una recta, si quiere, puede ser curva o quebrada
y que las estrellas errantes son niños que ignoran la aritmética.
EL ÁNGEL DE LAS BODEGAS
1
Fue cuando la flor del vino se moría en penumbra
y dijeron que el mar la salvaría del sueño.
Aquel día bajé a tientas a tu alma encalada y húmeda.
Y comprobé que un alma oculta frío y escaleras y que más de
una ventana puede abrir con su eco otra voz, si es buena.
Te vi flotar a ti, flor de agonía, flotar sobre tu mismo espíritu.
(Alguien había jurado que el mar te salvaría del sueño).
Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros
y que hay puertas al mar que se abren con palabras.
2
La flor del vino, muerta en los toneles,
sin haber visto nunca la mar, la nieve.
La flor del vino, sin probar el té,
sin haber visto nunca un piano de cola.
Cuatro arrumbadores encalan los barriles.
Los vinos dulces, llorando, se embarcan a deshora.
La flor del vino blanco, sin haber visto el mar, muerta.
Las penumbras se beben el aceite y un ángel la cera.
He aquí paso a paso toda mi larga historia.
Guardadme el secreto, aceitunas, abejas.
EL MAL MINUTO
Cuando para mí eran los trigos viviendas de astros y de dioses
y la escarcha los lloros helados de una gacela,
alguien me enyesó el pecho y la sombra,
traicionándome.
Ese minuto fue el de las balas perdidas,
el del secuestro, por la mar, de los hombres que quisieron ser pájaros,
el del telegrama a deshora y el hallazgo de sangre,
el de la muerte del agua que siempre miró al cielo
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