EL AVARO
Es un ser ominoso
que cuenta sus billetes igual que si arrancara
pétalos de la flor de la avaricia.
Tú también lo conoces.
El dinero
vive en su corazón como el musgo en la roca
y es su llave,
su cruz
y su destino.
Para él una moneda es una escama
del pez de la fortuna
y en sus ojos
se lee la codicia
lo mismo que en el hielo se hace visible el frío.
Ya sabes de quién hablo.
Adonde va
lo siguen cifras rojas o azules
–tatuajes,
satélites,
arpones–
y una verdad cruel:
nada tiene valor, si todo tiene un precio;
nadie te va a engañar si nadie está contigo.
No sospecha que a veces cava también su tumba
el que entierra un tesoro.
No sabe que sus números son como mis palabras:
la piel que va a dejar entre las sombras
la serpiente amarilla del olvido.
Tú sabes de quién hablo:
tú eres ese infeliz.
***
EL SOÑADOR
Una noche soñé que era Pablo Neruda.
Estaba en una playa y oí en mi corazón segundos rojos,
vi en el cuarzo una suma de erizos y tormentas,
vi en la gaviota un cruce del vértigo y la nieve.
Todo era tan real.
Un clavel era el ojo de quien mira un incendio.
La escarcha era una lluvia de cúpulas deshechas.
Los destellos del oro,
avispas que volaban en torno a su panal.
Yo fui Pablo Neruda,
compré diamantes en las fruterías,
domaba diccionarios con un látigo verde
y cavé un túnel que iba del pan a las banderas.
Tú venías a mí
como septiembre acude a las manzanas.
Cuando me desperté,
la sombra de los árboles
le ponía a la luz sus negras herraduras.
Cuando me desperté
no quedaban ni viento ni banderas
y te había perdido.
A veces es tan triste no ser Pablo Neruda
y que la noche sea nada más que la noche
y el día, sólo el día.
***
Como el calumniador busca rumores
porque no son palabras ni tampoco el silencio.
Así te busco a ti,
donde no hay nadie
y ya nada es verdad:
ni la vida
que vives
es tu vida,
ni la casa en que duermes es tu casa,
ni lo que va a pasarte es tu destino.
Como quien va a una plaza a andar entre palomas,
así me acerco a ti.
Quiero tu corazón,
tu nombre atravesado por espadas azules;
quiero tu mente llena de torres encendidas,
tu piel, su nieve en llamas,
su alud sin frío.
Mi amor,
todo es tan simple:
en la llave que hoy usas hay mil puertas cerradas
y en mis manos
terminan las líneas de tus manos.
No te asustes.
No mires hacia la oscuridad.
Yo haré un puente que cruce de tu casa vacía
a mi casa vacía.
Nunca serás feliz si sales de mis sueños.
BENJAMÍN PRADO MAREA HUMANA VISOR
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