LIMPIACRISTALES CONTEMPLA CUADROS
Coches, risas, ruidos: en la planta siete
todo se amortigua. Sólo oigo mi esponja
y el chirriar congestionado del acero
del que cuelgo. A veces me habla alguna nube
o le adivino el pensamiento a una gaviota.
La gente: trajinando, blanca, muda, tras el cristal.
En la octava planta, arte. Esa chica, esa sonrisa,
¿quién la habrá espiado así para que ahora
me mire, inmune a los cumplidos, a la cara?
¿Y cuándo intentará el gavilán fugarse de su marco?
Estoy colgado aquí cual cuadro congelado
al que no hace nadie ningún caso; friego y me afano
y despejo las vistas – y pinto añadiendo mes a mes
más nubes genuinas.
¿Lo veis? Lame ya la luz del sol mi marco.
***
CUERPO, MI CUERPO
Cuerpo, mi cuerpo, ¿cuántas manos
de cuántos extraños vinieron a ti? Alguna vez
la muerte fue una mano húmeda de peluquero.
Luego vino el frío helado de un estetoscopio.
Más tarde te quebraste en una silla de dentista
o te acarició la cabeza un profesor ladino.
Y después los metros con su agitación de carne,
huestes marginales rozándote como peces
en tiendas, ascensores, callejones y vagones,
cuerpo, mi cuerpo, recuerda aquel aroma
de primeras pensiones y sábanas enamoradas,
la primavera que nació en nosotros. Porque tenemos
miedo. Y el miedo dura a veces lo que un cuerpo.
Al cabo me habrán metido allí y me peinarán el pelo.
(La pena de las copisterías. Antología personal), Editorial Prometheus, 2009
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