ANCHURA TAN TUYA
Se le vio manejar la madrugada retrasando los colores de las cosas, como ese último sirviente que invitaría a insectos y a mendigos por alargar la fiesta. Él no quería que el agua fuera agua, que el carbón fuera humo, que sonaran a muerte los huesos en las frutas.
Y pronunció nombres, nombres que cayeron de bruces sobre los príncipes de esta ciudad como estornudos llenos de corpulencia. Nombres como "agavanzo", "heñido", "toba"... él creía que el aire se lavaba mejor entre esas sílabas. Y
le apuntaron los dedos de la infamia en los púlpitos
le apuntaron los dedos de la norma en las calles
le apuntaron los dedos de lija en el aroma de las fiscalías
mas él siguió haciendo hervir palabras hermosas. Se hacía el encontradizo con ellas en la boca. Y entonces
una anchura de luz se fue extendiendo
en el trato entre su lengua sin hiel y la estructura comercial de otros nombres que sonaban a dentellada
y la anchura de luz siguió extendiéndose
como una manta llena de fósforo y lejanía por su memoria astillada, donde ahora pastan caballos llenos de frío
una anchura de luz la misma anchura
de luz que ahora ya le ciega por fin y le va conduciendo de la mano, como a un niño que pierde peso y vellos, hacia una súbita dulzura: la de aquella otra república tan suya.
Tan suya.
ANCHURA TAN SUYA. TOMÁS SÁNCHEZ SANTIAGO.
VISCERALES. EDICIONES DEL VIENTO
me alegro mucho de haber encontrado esta página, cosas del azar, las pocas veces que esta de parte de uno. un saludo
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